Fin de época

Fin de época
Por:
  • larazon

Horacio Vives Segl

Con el pomposo acto de promulgación de la legislación secundaria de la reforma energética, celebrado el 11 de agosto, no sólo se dio por terminada la aprobación de las últimas piezas legislativas del paquete de las principales reformas constitucionales y legales que se acordaron en el Pacto por México. También, a mi juicio, termina el ciclo del sistema político mexicano que se edificó con el cardenismo.

 Fin del nacionalismo revolucionario. En los años finales del gobierno de Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) se construyeron las bases de un longevo sistema político. Si bien las semillas estaban sembradas desde la creación de un partido político con vocación de Estado, durante el régimen de Plutarco Elías Calles, el carácter corporativo del sistema político arrancó con Cárdenas. Se creó y retroalimentó desde entonces un discurso ideológico que sirvió como pegamento y voz del régimen: el nacionalismo revolucionario. Se trataba de un conjunto de referentes culturales que daban legitimidad al régimen. Muchas eran las vertientes que lo alimentaban: la tradición nacionalista del siglo XIX, el orgullo del pasado indigenista, la creencia en las riquezas ilimitadas del país, el cambio de estructuras que demolieron al régimen porfirista, un gran Estado interventor con vocación social, etcétera. Discursos políticos y manifestaciones artísticas daban cuenta de la naturaleza del régimen. Todo ello justificaba el mito fundacional de “la revolución hecha gobierno”, donde uno de los baluartes principales era la expropiación petrolera realizada por Lázaro Cárdenas.

 Variantes sobre un mismo tema. La ideología de régimen —esa combinación de autoritarismo político, modernización económica y una pretensión de justicia social— apenas tuvo algunos rasgos que cambiaron con los sucesivos “gobiernos revolucionarios”. Ahí están los populismos de López Portillo y Echeverría y el intento por rediseñar la orientación ideológica del régimen con Carlos Salinas, producto de la llegada del país “a la modernidad”: el llamado entonces “liberalismo social”, con todo y la contradicción en términos que implica.

 Epitafio. En la medida en que el país se fue pluralizando políticamente —con las elecciones de 1988 y la alternancia en 2000, por citar algunos sucesos—, la ideología del régimen se fue haciendo cada vez más difusa y menos atractiva para los fieles. Hoy en día el nacionalismo revolucionario ha cedido su lugar al pragmatismo político. No es del todo claro, pero parece que el signo de los tiempos para un nuevo régimen pasa por una diversidad de actores y de agendas que ya no responden a una cosmovisión ideológica monolítica. Estamos en un momento en que lo viejo ya murió y lo nuevo está por definirse. No deja de ser curioso que para promover la reforma energética —retomando la redacción del articulado constitucional cardenista— o para combatirla —discutiendo con efigie en mano—, tirios y troyanos reclamaban para sí la figura y el legado de Cárdenas y la expropiación petrolera. En todo caso, además de la firma de las leyes de la Reforma Energética —que comparto, no del todo— se estaba esculpiendo la lápida de la ideología del régimen.

hvives@itam.mx

Twitter: @HVivesSegl