Francisco entre Venezuela y Colombia

Francisco entre Venezuela y Colombia
Por:
  • rafaelr-columnista

LA POSICIÓN DEL PAPA frente a Venezuela no debe medirse, únicamente, por la audiencia privada que ofreció a Nicolás Maduro en el Vaticano o por sus constantes llamados a la paz y la reconciliación. También se mide por la actitud de los obispos venezolanos.

Existe una sólida corriente de opinión en América Latina que considera que el Papa Jorge Mario Bergoglio ha sido ambivalente o, peor, cómplice de la última dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. No concuerdo con esa tesis: el clero venezolano es, desde 2013, un crítico permanente del autoritarismo en ese país, con el respaldo de un Papa argentino, que inició su pontificado, justo, una semana después de la muerte de Hugo Chávez. La posición del Papa frente a Venezuela no debe medirse, únicamente, por la audiencia privada que ofreció a Nicolás Maduro en el Vaticano, por su respaldo al intento de mediación de José Luis Rodríguez Zapatero o por sus constantes llamados a la paz y la reconciliación –quién ha visto a un Papa que llame a la insurrección o a la guerra. También se mide por la actitud de los obispos venezolanos.

Como la mayoría de los estados europeos, el Vaticano suscribió el diagnóstico de que Venezuela atravesaba por una “situación grave y preocupante”, que se acercaba a una “crisis humanitaria”. La jerarquía católica venezolana se pronunció reiteradamente, entre fines del año pasado y mediados del presente, contra la violencia y contra la represión de las protestas populares por parte de las fuerzas del régimen. El cardenal Urosa Savino, en una misa de Semana Santa en Caracas, reprendió duramente a Nicolás Maduro y su gobierno por utilizar a los colectivos para golpear y asesinar a los jóvenes manifestantes. En todos sus pronunciamiento episcopales, la curia venezolana mostró inconformidad con el desconocimiento creciente de la Asamblea Nacional y con la solución despótica de un constituyente ad hoc.

Es cierto que el primer posicionamiento claro del Vaticano contra la Asamblea Constituyente se produjo cuando ya era un hecho. Pero, en buena medida, todas las gestiones diplomáticas del Papa y de la Nunciatura Apostólica en Caracas, en los meses previos, intentaron evitar ese desenlace, mientras alentaban el diálogo para disminuir la violencia. En varias ocasiones, el nuncio Aldo Giordano y el enviado del Vaticano, cardenal Claudio María Celli, debieron suspender las conversaciones por la falta de compromiso del gobierno con una verdadera solución a la crisis. En un sentido similar al de la ONU o la OEA, la perspectiva del Vaticano siempre incluyó, dentro de la gravedad del conflicto en el país suramericano, el deterioro de la situación de los derechos humanos. El Papa recibió a Maduro, pero también al líder opositor Henrique Capriles y a Lilian Tintori, esposa del preso

político Leopoldo López.

La actual visita pastoral a Colombia tomó en cuenta el respaldo vaticano al proceso de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las guerrillas de las FARC y el ELN, pero también la crisis en el país vecino, que ha generado un cuantioso éxodo y más de un conflicto fronterizo. Cada vez que en una homilía, Francisco habla de paz, diálogo o reconciliación, de arrepentimiento, perdón y tolerancia, se está dirigiendo, a la vez, a colombianos y a venezolanos. Con esta visita, el pontífice brinda su respaldo inequívoco a Santos, firmante de la declaración de Lima y promotor del desconocimiento de la dictadura venezolana, no sólo como alternativa a Maduro: también como alternativa a Álvaro Uribe y la derecha colombiana. El Papa ha comprendido que una conducción democrática del proceso de paz en Colombia es una respuesta colateral al despotismo venezolano. Si la reconciliación colombiana avanza, más difícil será que en América Latina se revierta la actual oposición al régimen de Maduro.