¿Gastar más? ¿De dónde?

¿Gastar más? ¿De dónde?
Por:
  • arturov-columnista

Son tres las problemáticas que se suscitaron de manera persistente durante todo este periodo de campañas electorales: los riesgos acerca del TLCAN, la estabilidad macroeconómica, y como parte de esta última, el equilibrio fiscal.

No ha habido ningún desacuerdo en lo fundamental por parte de las principales opciones políticas respecto a los beneficios que ha ofrecido el TLCAN a nuestro país y a la necesidad de mantener la estabilidad macroeconómica. Pero quedan algunas dudas frente a la sustentabilidad fiscal, de cara a las promesas electorales. En efecto, ningún candidato ha mostrado oposición a preservar la autonomía del banco central, y, por lo tanto, a la necesidad de mantener baja la inflación. En paralelo, no ha habido; una propuesta explícita de incrementar el déficit público; incluso, se ha propuesto de manera clara por los asesores del candidato de la izquierda, que el balance primario (balance público menos el costo financiero) se mantenga en equilibrio.

Definitivamente, todas estas convicciones respecto a la economía mexicana lucen muy favorables. El esfuerzo de las últimas décadas por lograr la estabilidad macroeconómica no es despreciable. En este espacio hemos mencionado las grandes necesidades y carencias de nuestro sistema económico; no obstante, es imperativo reconocer los avances en los elementos institucionales y estructurales que hemos logrado para que nuestra economía –una economía de mercado- funcione de manera estable y razonable.

Hoy por hoy, la economía mexicana es de las más abiertas del mundo, con un sector exportador bastante competitivo, un esquema de tipo de cambio flexible que ha permitido absorber bastante bien los choques del exterior. El mandato único del Banco de México, de preservar el poder adquisitivo de la moneda, ha sido una de las mejores estrategias para defender la estabilidad de precios.

Una de las preocupaciones importantes se ubica en el ámbito fiscal, particularmente en la deuda pública, que ha crecido en los últimos años de manera importante hasta casi 50% del PIB, desde 35% sólo ocho años antes. Después de un episodio de enorme desconfianza acerca de la salud de las finanzas públicas que puso en riesgo la calificación crediticia de México, finalmente hasta el año pasado ha retornado la tranquilidad a partir de un manejo más estricto del gasto público, mayores ingresos permanentes –en especial el impuesto a las gasolinas- y un mayor precio del petróleo; hechos que promovieron un freno al crecimiento de la deuda pública y favorecieron una perspectiva de disminución gradual.

Frente a esta situación se presentan las propuestas en el ámbito fiscal de las distintas opciones políticas, en donde si bien a nivel discursivo se prioriza la disciplina en el gasto público, por otro lado se lanzan promesas de campaña cuyo ambicioso alcance podría implicar una importante aceleración de las erogaciones públicas. Propuestas generalizadas, como la de incrementar sustancialmente la inversión pública –llevada recientemente a niveles mínimos históricos- o bien, mayores apoyos a los jóvenes y personas en la senectud; o el llamado ingreso básico universal, etc., se combinan con la notable ausencia de modificaciones al sistema tributario. No más impuestos.

Todas las propuestas, sin duda positivas y con beneficios sociales importantes, deben tener una contraparte por el lado de su sano y sustentable financiamiento. Hasta ahora, la mayor parte de las opciones políticas argumenta que existe un amplio margen de maniobra que podría suscitarse a partir de la eliminación de la corrupción y de un más eficiente manejo del presupuesto público. Sin embargo, desde mi punto de vista, no hubo suficiente claridad en cómo se allegarán estas fuentes de financiamiento.

Es un imperativo para el ganador de la contienda electoral, dar mayor claridad a este punto. El compromiso con la disciplina fiscal ya está hecho por todas las opciones políticas, sólo queda aclarar con detalle la manera en que se dará cumplimiento a las promesas de campaña sin comprometer la estabilidad macroeconómica.