Gatopardismo a la cubana: cambios en la Constitución para quedar igual

Gatopardismo a la cubana: cambios en la Constitución para quedar igual
Por:
  • horaciov-columnista

Dedico la colaboración de la semana a analizar algunas de las principales claves del proceso de reforma constitucional que actualmente se está llevando a cabo en Cuba.

Cambios y continuidades: lo político. Diera la sensación de que el anteproyecto de reforma constitucional que discute actualmente el Congreso cubano recoge los cambios legales que ya tiempo atrás ocurrieron en la isla. El más relevante de ellos: el relevo en la Presidencia, hace 100 días (el 19 de abril), cuando Miguel Díaz-Canel sustituyó a Raúl Castro, poniendo fin a prácticamente seis décadas de castrismo en el cargo.

Lo ideológico. En una época en la que las ideologías no suelen tener los significados de otras épocas —al margen de los inagotables debates teóricos para trazar la línea que separa el continuo entre socialismo y comunismo—, el principal cambio de marketing político es la erradicación del comunismo como “misión del país”. Con todo, se ratifica la irrevocabilidad en el carácter socialista de la Revolución y el papel rector del partido. ¿Grandes cambios? No, en realidad.

Lo económico. Más que novedades, el anteproyecto pretende llevar a nivel constitucional las innegables transformaciones que ya llevaban algún tiempo siendo una realidad en la isla. Por ejemplo, en 2012 el Partido Comunista aprobó lineamientos que posibilitaban la propiedad privada. Y desde 1982 ya se había emitido un decreto-ley acerca de la asociación económica entre entidades cubanas y extranjeras. La inversión del exterior es, pues, una “novedad” que llevaba ya más de 35 años. Eso sí, el Estado no solamente determinará el marco legal, sino que seguirá siendo el principal actor económico. Esto es: la continuidad de la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción”.

Lo social. Una propuesta ampliamente aplaudida es la posibilidad del reconocimiento del matrimonio igualitario y la no discriminación por identidad de género. Cuba es un país de claroscuros en materia de derechos sociales para minorías. El aborto era legal desde antes de la Revolución de 1959; pero durante el primer tramo del mandato de Fidel Castro, el gobierno recluía a homosexuales en campos de concentración y no despenalizó la homosexualidad, sino hasta 1979; pero desde hace 10 años, las operaciones de cambio de sexo son gratuitas y cubiertas por el Estado. Cambios en la dirección correcta que ratifica el proyecto de reforma.

Hace unos pocos años, Gabriel Negretto publicó un poderoso libro (Making Constitutions: Presidents, Parties and Institutional Choice in Latin America, Cambridge UP, 2013) para describir y discutir los incentivos de los gobiernos y parlamentos de la región para reformar sus constituciones en los últimos tiempos. Dentro de los muchos hallazgos encontrados se cuentan las reglas para elegir presidentes y legisladores, los esquemas de distribución de poderes entre ambos, y la paradoja de que, a pesar de que las nuevas reglas incorporan una creciente pluralidad política, también desincentivan la consolidación democrática. Peor aún cuando un solo partido domina el proceso de cambio constitucional, ya que su fin es asegurar reglas que mantengan su hegemonía. Así es el caso cubano.