Gravity

Gravity
Por:
  • larazon

Gil Gamés

Si todo sale bien, la película de Alfonso Cuarón, Gravity, ganará dos óscares. Según las cuentas de Gil, una estatuilla para el mejor director y otra para la mejor fotografía. Pas mal, a Gamés no puede sino darle gusto un ganador mexicano, faltaba más, faltaba menos. Veamos: Sandra Bullock cobró 20 millones de dólares por su trabajo en la película más el 15% de la taquilla. Gravity ha recaudado 700 millones de dólares y se espera que supere los 750. Si Pitágoras no se equivoca, Sandra Bullock ganará 70 millones de dólares. ¿Cómo la ven? Sin albur.

La actriz tiene 49 años y es un cuero de cueros. Otros que ganarán millonadas serán George Clooney y el mismo Cuarón. Bien, y si además de poner un éxito de cartelera este te hace rico, vénganos tu reino. La película costó 110 millones de dólares. Con estos números Gamés no iba a perderse este filme (como dicen los críticos muy serios). El guión lo escribieron Cuarón y su hijo Jonás. Y Gilga fue al cine, no sin las reservas del caso y de los casos.

Una doctora Ryan va al espacio en primera misión. Algo de miedo: con unas pinzas como las que Gamés tiene en la cochera, ella intenta arreglar el Hubble, una maravilla. Ella es Sandra Bullock metida en un casco. Se trata del transbordador Explorer. La acompaña el veterano astronauta Kowalski. Han llegado muy alto para reparar el telescopio Hubble. Y ahí va Kowalski en una caminata espacial; el astronauta juega en la nada del espacio como en un parque de diversiones con los propulsores de su traje de astronauta: fuuggg, fugggg, de salto en salto. Ja ja, miren cómo salto. Desde Houston les informan que un misil soviético ha destruido un transbordador y los pedazos les pegarán de frente. Oh, cúbrete, Ryan. Un taller mecánico de la Doctores les cae encima y, es obvio, empiezan los serios problemas.

La doctora Ryan Stone queda a la deriva en el espacio, señoras y señores, pero Kowalski, que tiene una larga experiencia y es valiente, la recupera gastando algo de sus propulsores puestos en el traje espacial. Empieza una lucha a muerte contra el azar y el miedo, oh, sí. Allá arriba, muy cerca de Dios, ambos hablan de sus vidas y desde luego logran cierta comunión. Hasta este momento hemos visto imágenes impresionantes del planeta Tierra, estampas de la noche espacial, pinturas extraordinarias que se le deben a Lubeski. El argumento vale un peso, para que más que la verdad.

Por andar jugando con sus propulsores en la nada, a Kowalski se le acaba la gasolina, o lo que sea que lo propulsa allá en el fondo. Y claro, se pierde en el espacio y es dable pensar que Kowalski muere. Caracho, qué cosa más sobrecogedora (no empiecen). La doctora queda perdida allá en la oscuridad del infinito. Adivinen cómo llega a otro transbordador la doctora Ryan: con los golpes propulsores de ¡un extinguidor!, como esos cilindros rojos que hay en las oficinas públicas. Gil pensó: sólo ha faltado que nuestra heroína avance en el espacio a golpe de soplidos. Mecachis en veinte.

Ella no se rinde nunca. Después de algunas emocionantes peripecias astrales, se sube a una esfera que no tiene gasolina, pero recuerda un consejo que Gil ha olvidado y ¡mole!, de regreso a nuestro criticado, pero admirable planeta.

Aigooeei. Una esfera de fuego pasa la estratosfera, o como se llame, bañada en llanto, perdón, en fuego. La pelota cae en el mar y ella llega muy fatigada a la playa. Se incorpora, música de epopeya: a caminar en la gravidez. Amigos y amigas: la película es malísima.

Sí, los viernes Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras los camareros vienen a la table con Glenfiddich, Gamés pondrá a circular una frase de Groucho Marx: “Cuando muera, quiero que el 10% de mis cenizas sean vertidas sobre mi empresario“.

Gil s’en va

gil.games@3.80.3.65

Twitter: @GilGamesX