Guerrero. El olor de la pobreza

Guerrero. El olor de la pobreza
Por:
  • larazon

Alicia Alarcón

Allá están en la montaña. Aunque a unos kilómetros se encuentre la lujosa playa, con sus enormes casas y sus espectaculares vistas, a ellos no les interesa. Tampoco les importa si hay reforma política metida con calzador en la agenda opositora a conveniencia y sin sensibilidad a su tragedia. Tampoco les preocupa si los llaman damnificados en una emergencia nacional. Total, siempre los visitan unos meses sí y unos no.

Comen un día sí y a lo mejor el siguiente no. Una tortilla con sal. A veces dos. A veces un poco de frijoles con arroz. Pierden a toda su familia, sus animales y sus pocas pertenencias cuando los ríos crecen. Los usan cada tres años como moneda de cambio electoral. Son víctimas de la narcoguerra (que créalo usted, todavía existe) o de una guerra entre líderes de cualquier especie. Allá arriba llueve mucho. Hay hambre y enfermedad. Allá abajo hay sol, playa, reventón, sexo, rock and roll y, de paso, violencia.

“Reconstruyamos los caminos”. ¿Cuáles? Si viven en medio de la montaña con caminos de terraceria. “Volvamos a abastecerlos de provisiones y atención medica”. ¿Cuales? Si con muchos trabajos comen. Niños panzones por las infecciones estomacales. Mujeres que mueren en parto. Horas para conseguir agua potable.

Leo a voluntarios enardecidos, veo fotos de la ayuda etiquetada con el debido logo de la empresa que quiera promocionarse. O partido político o gobierno de algún estado. Veo muchas etiquetas muy grandes en cajas pequeñas. Despensas que durarán unos días apenas. Después nada. Veo a gobernadores lavándose las manos. A empresarios que no les importó comprometer la seguridad física a cambio de ganar un poco más en uno de los fines de semana largos más redituables del año. Es de cierta manera comprensible porque han perdido mucho a manos de la delincuencia y la apatía de sus gobernantes. Pero por avaricia perdieron mucho más de lo que hubieran ganado.

Veo autoridades locales ineptas, no de ahorita sino desde hace años. Acapulco no es todo Guerrero. En la montaña se encuentran los más pobres de los pobres, como les llaman. Ahí el olor de la pobreza se compone de humedad y orines. Se siente como desesperanza y poca humanidad. Porque lo que hacen con estas personas es inhumano. No ayudarlos y dejarlos morir solos es equivalente a agarrar una pistola y dispararles.

Existe la teoría del “Gran Tonto”. Es el chivo expiatorio, al que le quitan la silla o lo hacen objeto de burla. Pero se expuso en primer lugar porque se pensó que haría un cambio en donde nadie había podido. En este caso, la teoría cambia solamente de forma. No es que no puedan cambiar. Es que no quieren. Inevitablemente serán objeto de burla por eso. Ojalá el olor de la pobreza que los rodea supere su estatura, en una visión igual de “dramática” que el agua que les llega a la cintura en las tontas fotos promocionales...

aliciaalarcon2009@gmail.com

Twitter: @aliciaalarcon