Guerrero: ópera infernal en tres actos

Guerrero: ópera infernal en tres actos
Por:
  • larazon

Horacio Vives Segl

Lo que ha ocurrido en Iguala en las últimas semanas es una ópera de tonos dantescos. A pesar de los horrores que ya se habían vivido en los últimos años, la desaparición de 43 maestros de la normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa cruza los límites del lamentable horror cotidiano que es la realidad de muchas regiones del país.

Desde la matanza de los indígenas de Acteal, ocurrida en 1997, durante el gobierno de Ernesto Zedillo, no había ocurrido un suceso de tal magnitud como lo que pasó hace veinte días en Iguala, lo que tiene al gobierno mexicano señalado ante la comunidad internacional. Una tragedia infernal en tres espeluznantes actos.

 Acto I. La desaparición. Hoy se sabe que el 26 de septiembre un grupo uniformado como policías disparó, sin mayor justificación, a los estudiantes normalistas que esperaban para abordar unos autobuses al término de un partido de futbol. El artero ataque no fue para repeler una agresión, como un acto de defensa, o producto de un enfrentamiento entre grupos criminales rivales. No. Se trató de una persecución y una matanza, de la cual pocos pudieron escapar y sobrevivir. Un acto de violencia sin atenuante alguno. El ejercicio de la criminalidad en estado puro. El levantamiento y la desaparición de los normalistas inermes, por el solo hecho de poder hacerlo.

 Acto II. Las fosas clandestinas. La aparición de diversas fosas clandestinas en las proximidades del lugar de la desaparición de los maestros es clara evidencia de que los horrores que suceden en Guerrero ni iniciaron con Iguala ni son hechos aislados, sino que forman parte de una larga cadena de atrocidades. Las fosas fueron descubiertas tras la búsqueda de los desaparecidos, pero los resultados hasta ahora no pueden ser peores: los secuestrados no aparecieron ahí y, en su lugar, se evidencia que en Iguala se acribilla a mucha gente, que, por lo que se sabe hasta ahora, no había sido denunciada por haber desparecido.

 Acto III. Ataque a estudiantes. Por si no estuviera suficientemente exhibida la incapacidad de los cuerpos policiacos en esa región, por no hablar de sus presuntos vínculos con el crimen organizado, como lo han señalado diversas fuentes, todavía cometen la torpeza de disparar y herir a los ocupantes de un vehículo que, para colmo, trasladaba estudiantes, por el hecho de no respetar una advertencia para detenerse.

Como es natural, las protestas contra el gobernador Aguirre y los reclamos que exigen su destitución han ido en aumento. A mi juicio, la destrucción del Palacio de Gobierno el lunes en Chilpancingo no es el curso de acción adecuado. Pero tampoco me parece correcto el juicio de algunos que han señalado que los compañeros o familiares de los normalistas pasaron de víctimas a vándalos. Hay que entender el grado de justificada indignación, no sólo de los normalistas, sino de amplios sectores de la población ante las atrocidades cometidas. El drama de Guerrero lastima no sólo a los normalistas y sus familias, sino también a toda la comunidad estudiantil nacional —de ahí las distintas muestras de solidaridad en la UNAM, el ITAM o la UAM, por citar algunas —, y en realidad debe indignar y entristecer a todo el país en su conjunto.

Guerrero ha desplazado por ahora a Michoacán, Tamaulipas o al Estado de México como prioridad de la nota roja... por ahora. Ante la lenta respuesta de los gobiernos locales y federal —más allá de las declaraciones y de la orden de captura de los impresentables presidente municipal de Iguala José Luis Abarca; su esposa y su jefe de seguridad— han surgido alternativas, como la intervención federal en el estado (al estilo del comisionado Castillo en Michoacán), o la desaparición de poderes, propuesta por senadores del PAN, que tampoco parecen la solución. A menos que aparezcan con vida los estudiantes, que se compense a las víctimas, que las autoridades rindan cuentas de sus acciones y omisiones, que se encuentre y castigue ejemplarmente a los culpables, que se restituya el tejido social y que se depuren y fortalezcan las instituciones del Estado en Guerrero, el drama de Ayotzinapa no tendrá otro fin que no sea infausto. Parafraseando a Shakespeare en Hamlet, algo huele a podrido, y muy podrido, en Guerrero, y la pestilencia contamina todo el país.

hvives@itam.mx

Twitter: @HVivesSegl