Huracanes

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Por:
  • larazon

Raymundo

 PRIMER TIEMPO: Se aplicó sin duda, en la clase de Política 101. La coronación de una semana de despliegue al máximo de la política práctica fue el anuncio, el jueves, de que cancelaba su viaje a Nueva York, donde participaría en su primera Asamblea General de las Naciones Unidas como Presidente. Enrique Peña Nieto dejaba el foro global y los encuentros con varios líderes —incluido Barack Obama— y el escenario que le daba el Consejo de Relaciones Exteriores, que reúne a las élites del poder de Estados Unidos, y las ventanas de las cadenas de televisión ABC y PBS donde tenía programadas entrevistas. No iría por la emergencia nacional causada por Manuel e Ingrid. Punto. O sea, ¿no le daba tiempo para ir el martes a cumplir con la agenda y hablar ante decenas de líderes en el foro esmeralda de la ONU? Los tiempos políticos de Peña Nieto son distintos. El martes era historia para quien tiene venas por donde cada vez corre más sangre aristotélica. En una semana ocupó el vasto espacio de la política. Todos los días aparecía en las imágenes de prensa y televisión, en las redes sociales, empapado por las lluvias de los ciclones, en mangas de camisa, sin impermeable ni paraguas, con el copete sobre la cara incluso —¿alguien lo había visto despeinado antes?—, en las zonas devastadas por el agua, y en diálogo directo con los afectados, arrastrando a medio gabinete para que se fueran a vivir a una decena de estados y ser el enlace con los gobiernos locales para la emergencia. En medio de la actividad extraordinaria, atajó los temores y dijo a mitad de la semana que la tragedia nacional no paralizaría la economía, con lo que calmó temores para decir que el presupuesto, tan atorado en los primeros ocho meses del año, proseguiría su curso para estimular la economía. Se abrió el tiempo para estar en la celebración de los veinte años del Grupo Azteca, donde el mensaje implícito es que las reformas a la Ley de Telecomunicaciones no es asunto personal, y encabezar la ceremonia luctuosa por los terremotos de 1985. Todo el tiempo mostró estar al mando y encabezar la operación nacional del rescate y recuperación del aliento ciudadano. Peña Nieto aprendió aquella lección temprano en su gobierno en el estado de México, cuando siguió en un viaje por Israel sin atender personalmente una importante inundación en Neza. Lo criticaron mucho en ese entonces, y el entonces presidente Felipe Calderón se calzó las botas y se fue a las inundaciones. Nunca más le sucedería. Futuros desastres estatales lo tuvieron activo in situ. Aprendió de aquellas lecciones y potenció su presencia política. Sus más acérrimos críticos no han podido atacarlo. “Es muy audaz”, dice uno de los líderes de la oposición. Para encontrarle los puntos débiles, tendrán que dejar sus opositores las críticas panfletarias y lugares comunes para sentarse ante él y jugar ajedrez.

 SEGUNDO TIEMPO: Dos alfiles se plantan en el tablero. Para poder enfrentar al Presidente en el juego de la política, se tiene que dejar de pensar con categorías de análisis trasnochadas. Dos políticos enfrentados en tácticas, han entendido que ante Enrique Peña Nieto, la inteligencia es más poderosa que la estridencia. Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador aparecieron juntos el jueves para anunciar que unirían sus fuerzas para enfrentar las reformas energética y hacendaria. Los ex candidatos presidenciales, cuyo proceso de separación política se agudizó en la última década, se encuentran una vez más juntos en una causa y un objetivo. No es solamente enfrentar a Peña Nieto, quien ha logrado descafeinar a la oposición, sino evitar que este Presidente que exuda pragmatismo, arrase con la izquierda en los meses por venir. Peña Nieto arrebató a la izquierda su capacidad crítica, al tutelar a la dirigencia del PRD en el Pacto por México, y le robó contenido ideológico y programático, al presentar una Reforma Hacendaria que tiene un marcado olor socialdemócrata. Cárdenas conoce el destino de ese camino. En 1988 desafió al régimen en unas elecciones aún controvertidas, pero Carlos Salinas, que leyó la crisis sociopolítica, le puso un piso a la pobreza y con un programa que conceptualmente aprendió en Harvard con un ejemplo boliviano, creó Solidaridad, con lo cual en las elecciones intermedias de 1991 recuperó al dividido electorado y pintó tricolor al 61% del país. Hay ingredientes ideológicos y posturas nacionalistas en Cárdenas y López Obrador, pero también un sentido de sobrevivencia y una necesidad de darle a la izquierda la viabilidad que Los Chuchos, como se define a la dirigencia perredista, le regalaron al Presidente. No es un tema de oposición intransigente ante cualquier reforma, sino la escala, los detalles y los matices a los que se oponen. No hay un rechazo mecánico al cambio, sino que la transformación incorpore al México que no se encuentra en el Pacto de las cúpulas. Los dos líderes morales de la izquierda dieron el primer paso. Sus diferencias fueron puestas en reposo para hacer esa jugada de ajedrez en el tablero donde Peña Nieto ha mostrado ser un jugador avezado.

 TERCER TIEMPO: Los maestros reprobaron a Joe Biden. En el estertor del movimiento de la Sección 22 de Oaxaca en la ciudad de México, una víctima colateral de las marchas de los maestros beligerantes fue el vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, quien estuvo en México 16 horas para encabezar la primera reunión ministerial de su país en más de una década, donde el tema central no es la seguridad. Ese foro económico tuvo que desarrollarse en la Secretaría de Relaciones Exteriores, bajo sigilo para evitar la creatividad de algún maestro que fuera a expresarse frente a Biden. Las cosas salieron bien en los salones de la cancillería, pero no era lo que originalmente se buscaba para darle realce a la ceremonia. Los estadounidenses habían propuesto que se celebrara en el Castillo de Chapultepec, lo cual fue rechazado de inmediato por los diplomáticos mexicanos. No tenían en mente los estadounidenses que septiembre es el mes de la Patria en México y que seis días antes del encuentro, se conmemoraba la caída del Castillo y la muerte de los Niños Héroes, en las batallas de la intervención estadounidense. Los mexicanos propusieron para la primera sesión, el Antiguo Colegio de San Ildefonso, de donde se trasladaría al Palacio de Minería, desde cuyas escaleras hablara el vicepresidente. Luego, a unas cuantas cuadras, se entrevistaría con el presidente Enrique Peña Nieto en Palacio Nacional. La presencia de los maestros arrunuó la pompa y el simbolismo que quería el gobierno mexicano. No lo pudieron hacer en Los Pinos, porque la distancia a pie entre los dos salones que se necesitaban era de 10 minutos. Demasiados para que anden rondando la casa presidencial, por lo que terminaron en la cancillería. Ni modo. El escenario fue arrollado por los maestros rebeldes.

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