Iberoamérica y la cláusula democrática

Iberoamérica y la cláusula democrática
Por:
  • larazon

Desde que fueron fundadas hace veinte años, en medio del entusiasmo que generaban las transiciones a la democracia en Europa del Este y América Latina, las Cumbres Iberoamericanas han intentado limitar la pertenencia a las mismas de gobiernos no constituidos de acuerdo con las normas pluralistas y electorales de las democracias contemporáneas.

La actual composición ideológica de izquierda de una parte de los gobiernos latinoamericanos es la que, paradójicamente, ha permitido el establecimiento de una cláusula democrática.

En los años 90, siempre que se planteó en alguna cumbre iberoamericana el tema de la ausencia de democracia en países de la región, el debate giró irremediablemente en torno a Cuba. El gobierno de Fidel Castro y sus aliados siempre se enfrentaron a cualquier condicionamiento de la pertenencia de una nación latinoamericana a dicho foro con el argumento de que esas prácticas eran muy similares a las de la OEA y otras instituciones interamericanas.

Al cabo de dos décadas, la Cumbre Iberoamericana, esta vez reunida en Mar del Plata, logró establecer una cláusula democrática, en la que se contempla la exclusión, el aislamiento y una serie de sanciones contra gobiernos surgidos de golpes de Estado o cualquier tipo de interrupción de la institucionalidad democrática. La cláusula tiene como trasfondo el golpe contra Manuel Zelaya en Honduras, único país latinoamericano excluido de la cumbre, y el más reciente motín policial contra el presidente ecuatoriano Rafael Correa.

Fue precisamente Correa quien a nombre del ALBA propuso las medidas más enérgicas contra gobiernos no electos democráticamente, incluida la del embargo comercial, que fue rechazada por la mayoría de la región.

Por mucho que se ponderen las diferencias ideológicas y geopolíticas entre unos y otros, es impresionante la semejanza de estas sanciones con las que imponía Estados Unidos, a través de la OEA o unilateralmente, durante la Guerra Fría. Que Cuba, un país regido por un partido único, donde todos los candidatos que se presentan a las elecciones legislativas son oficiales o, por lo menos, no opositores, firme la cláusula democrática de Iberoamérica, no es una incongruencia sino un elemento distintivo de la nueva lógica regional. Para La Habana y el ALBA, esa rúbrica significa una confirmación más de que la isla es asumida como una democracia “diferente”, no como lo que es, un régimen totalitario.

Y si Cuba no sólo forma parte de ese foro regional sino que aparece como uno de los países que certifica cuándo un gobierno latinoamericano es legítimo o democrático, para poder integrarlo al sistema iberoamericano o expulsarlo del mismo, entonces ya sabemos que la cláusula no fue concebida para sancionar a gobiernos de la izquierda latinoamericana que, aunque surgidos democráticamente, introduzcan mecanismos autoritarios con el fin de perpetuarse en el poder. El principal objetivo de la cláusula es, por tanto, desestimular a las derechas latinoamericanas con inclinaciones golpistas. Y eso está muy bien. Lo que resulta cuestionable es que el mecanismo no contemple estrategias de contención del autoritarismo de izquierda, tan reprobable como el de derecha. Es lamentable una limitación así en un foro regional que ha fijado como una de sus prioridades la preservación y consolidación de la democracia en Iberoamérica.

rafael.rojas@3.80.3.65