Irán: acuerdo o guerra
Montserrat Salomón
La firma del acuerdo con Irán para controlar su desarrollo nuclear ha generado muy distintas reacciones en el mundo. Por un lado, Obama y sus aliados dentro del Consejo de seguridad de la ONU creen firmemente que se trata de un gran avance de cara a las restricciones concretas a la posible fabricación de una bomba nuclear iraní y un gran éxito de la vía diplomática en la resolución de un conflicto fuerte con un país que está inmiscuido dentro de los principales temas que actualmente le quiebran la cabeza a la ONU.
Por otro lado, países como Arabia Saudita e Israel opinan que éste es un error estratégico que habremos de pagar caro en próximas fechas cuando Irán, empoderado, apoye el conflicto en Siria y a los grupos extremistas islámicos que desestabilizan la región y amenazan la paz mundial. ¿Quién tiene la razón?
El acuerdo en sí tiene alcances bastante limitados: impone restricciones al enriquecimiento de uranio para evitar la creación de una bomba, impone medidas de vigilancia internacional y levanta las sanciones económicas que pesan sobre la economía iraní.
Es previsible que las finanzas de dicho país se reactiven y empiecen a generar recursos importantes. Este aspecto es el que señalan los opositores al acuerdo: temen que esta riqueza sea invertida contra
sus intereses.
Israel tiene un punto: desde la Revolución Islámica de hace unas décadas, uno de los objetivos declarados de Irán es atacar los intereses israelitas, incluso se ha llegado a hablar de la destrucción del Estado de Tel Aviv. ¿Tienen de qué preocuparse al ver cómo se le abre la puerta a la reactivación de la economía de su enemigo? Sí.
Sin embargo, Obama y su grupo han sido muy claros al definir los límites y los alcances del acuerdo: controlar el desarrollo nuclear a cambio del levantamiento de las sanciones económicas. Los conflictos que yacen en la región son anteriores y de un calado distinto.
La apuesta es alta: la diplomacia como vehículo para abrir la puerta a la resolución de los conflictos más agudos del globo. Es el estilo Obama; es el juego que decidió practicar el presidente norteamericano. Es creer en el diálogo; es creer en el deseo de paz.
¿Es ingenuo pensar así? Puede ser, pero la alternativa era la guerra. La otra salida a la situación nuclear en Irán era un conflicto frontal que hubiera justificado los argumentos que esgrimen los grupos del terror. Esta mano extendida al diálogo y a la confianza coloca a Irán en una postura comprometida con occidente, y deja a Israel y a Arabia Saudita sin herramientas externas para afrontar sus problemas regionales.
Esperemos que ellos también entiendan que el diálogo y las decisiones de compromiso son una mejor opción que la imposición y la violencia.
msalomonf@gmail.com
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