Juárez, siempre Juárez

Juárez, siempre Juárez
Por:
  • raudel_avila

“Si Juárez no es nuestro contemporáneo… ¿Quién lo será entonces?” Se preguntaba Carlos Monsiváis. En otro tiempo, las autoridades acostumbraban organizar ceremonias conmemorativas de los personajes trascendentales en la historia de México a las que acudían los secretarios de Estado, diputados, senadores y gobernadores.

Ni el más lejano presidente municipal quería quedarse atrás. Discursos, poesías patrióticas y homenajes, llenaban las escuelas y plazas mexicanas. En la actualidad, nadie recuerda el motivo que fundamenta los puentes.

Viene el feriado del 21 de marzo, aniversario del natalicio de don Benito Juárez, y parece una fecha cualquiera. Para contrarrestar esta tendencia, recomiendo la novela El rostro de piedra, obra notabilísima del escritor Eduardo Antonio Parra. El libro, recientemente publicado por Editorial Era, le hace justicia a la mejor tradición contemporánea de la novela histórica mexicana, situándose al lado de títulos como El seductor de la patria de Enrique Serna o La corte de los ilusos de Rosa Beltrán.

El rostro de piedra acredita, por una parte, la solidez documental de una investigación historiográfica muy seria. Por otra, la calidad estética de un narrador de primer orden. Los personajes conservan sus rasgos históricos, pero están humanizados por la pluma de Parra, quien los transforma en figuras vivas y entrañables para sus lectores. Desde el propio Benito Juárez, hasta el enternecedor retrato de su fiel acompañante y futuro maestro de la diplomacia mexicana, Matías Romero, pasando por la familia de Juárez, sus empleados y colaboradores. También están ahí sus amigos, enemigos, aliados y sí, sus amores.

El rostro de piedra puede leerse como una disección de la política mexicana actual. Vemos en toda su crudeza y repugnancia, la corrupción de los gobernadores, los delitos electorales y la inseguridad permanente en los caminos y calles de la República. En El rostro de piedra observamos a Juárez, acompañado de aquella generación de hombres cuyas estatuas adornan el Paseo de la Reforma y a quienes Daniel Cosío Villegas describía como gigantes, enfrentar la guerra de tres años y la intervención francesa.

La novela desmitifica al personaje y exhibe sus rasgos autoritarios y dictatoriales más brutales, pero también pone de manifiesto su grandeza modernizadora al exigir la separación definitiva entre la Iglesia y el Estado. Se analiza el racismo mexicano contra los no blancos, hoy presente en algunos dirigentes partidistas. Ahí aparece ese prodigio de la movilidad social que fue la vida de Juárez, de pastor zapoteco a licenciado con dominio del español, el inglés y el francés, ansioso de abrir México al mundo e intensificar la relación con Estados Unidos. En este libro se siente el México de antes y el actual, la música popular, sus paisajes, sabores, olores y colores. Ojalá pudieran leerlo nuestros políticos.