La alegría del Movimiento del 68

La alegría del Movimiento del 68
Por:
  • eduardon-columnista

La historia del México contemporáneo se encuentra marcada por los trágicos sucesos acaecidos el 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, en donde un mitin estudiantil fue brutalmente reprimido mediante el uso de la fuerza del Estado.

A inicios de semana se cumplieron 50 años de esos lamentables acontecimientos, lo cual ha sido motivo de conmemoración y reflexión desde diversos foros. Uno de ellos fue la Cineteca Nacional, donde el martes pasado se proyectó el documental Historia de un documento —sobre los hechos ocurridos aquel año—, tras lo cual se integró una mesa redonda con hombres y mujeres que participaron activamente en el movimiento del 68, quienes compartieron de viva voz lo experimentado por aquellos días.

Entre las diversas experiencias y anécdotas compartidas, hubo un punto de convergencia que llamó la atención, por ser una descripción muy pocas veces asociada con el movimiento estudiantil de ese año. Entremezclado en los relatos de la restricción de derechos, la represión policial y militar y el autoritarismo del Estado, característicos de la época, los integrantes de la mesa coincidieron —cada uno a su manera— en que los acontecimientos de esos meses estuvieron rodeados de un clima festivo.

En voz de los panelistas, se trató, entonces, de lo más cercano a una libertad jamás experimentada antes; una especie de fiesta democrática —electoralmente muy lejana aún—, en donde por vez primera sentían que su voz era escuchada y tomada en cuenta.

Entre risas nostálgicas, remembraron “el desmadre” asociado con cada marcha, cada comité y cada mitin. Significaba, dijeron, el motivo perfecto para acercarse a aquéllos con los que no existía relación, lo cual derivó en un sentimiento de unión y hermandad inigualable entre todos los que participaron en el movimiento.

Con emoción, externaron el reto que implicaba organizarse entre unos pocos en brigadas y salir a los espacios públicos a hablarle a la gente y compartir con ella sus motivos y exigencias, en una época en la que los medios de información estaban completamente cooptados. Con mucho orgullo, afirmaron que la gente los escuchaba y los quería, y simpáticamente recordaron que meterse a un mercado público a hablar, además de recibir aplausos, significaba salir con las arcas llenas de fruta y comida, cortesía de los comerciantes.

Por cerca de hora y media, los panelistas compartieron alegrías y tristezas de un movimiento sin precedentes, liderado por jóvenes, unos más organizados que otros, pero jóvenes al fin y al cabo, y cómo, entre esta aparente fiesta popular que duró algunas semanas, vino el trágico 2 de octubre, que terminó de tajo con la algarabía estudiantil.

Así trascurrió el magnífico evento en la Cineteca, sin que antes concluyeran enfáticamente en que, de manera opuesta a lo constantemente sostenido por gobernantes y políticos actuales, la democracia no llegó hasta ahora; al contrario, la democracia se vivió, al menos durante unas cuantas semanas, por todas las personas que participaron en el movimiento de 1968, hace 50 años.