La batalla por el sentido de América

La batalla por el sentido de América
Por:
  • rafaelr-columnista

Miami.- Donald Trump irrumpió en estas elecciones presidenciales como un desafío a toda la clase política norteamericana, a su composición social, a su estilo de gobierno y a su imagen del país.

Pero un vistazo al mapa electoral, en el que la costa oeste, desde California hasta el estado de Washington, y toda la zona del nordeste, entre Minnesota y Maine, se veían en azul hasta la noche de ayer, mientras buena parte del centro rural permanecía en rojo, confirmó que la polaridad tradicional entre republicanos y demócratas, que vimos en la contienda del 2000 entre Al Gore y George W. Bush o en la del 2008 entre John McCain y Barack Obama, volvió a repetirse.

Aunque muchos jerarcas del partido le retiraron públicamente su voto, las bases electorales republicanas se movilizaron en favor del magnate de Nueva York. No de otra manera se explica su ascenso en las encuestas luego del verano de 2016. Algún peso pudieron tener el viaje a México o el escándalo de la reapertura y cierre de la investigación del FBI sobre los e mails de Hillary Clinton durante la guerra en Libia. Pero lo cierto es que el repunte de Trump estuvo directamente relacionado con la puesta en marcha de la maquinaria electoral republicana.

La derrota de Hillary Clinton también debe atribuirse a su partido y no únicamente a las evidentes limitaciones de su candidatura. Las debilidades de la exsenadora y exsecretaria de Estado quedaron expuestas en la campaña. La deuda de su fracaso con la cúpula y las bases del partido demócrata, es enorme y, muy probablemente, se refleje en el futuro de esa organización como fuerza opositora. Por lo pronto, el nuevo gobierno republicano llega a la Casa Blanca con un congreso mayoritariamente favorable y un legado de incomunicación entre los poderes por las acciones ejecutivas de Obama.

En la búsqueda del voto liberal o conservador de la juventud de Estados Unidos, blanca, hispana, asiática o afroamericana, fue que se manifestó más claramente que estas elecciones eran una disputa por el sentido de la nación. Trump llegó a ser visto como una amenaza entre jóvenes de una u otra orientación. Sus ataques verbales contra México, su racismo y su xenofobia, su machismo y su misoginia, su populismo y su chovinismo, le restaron apoyos en el sector más ilustrado de las nuevas generaciones. Pero otra parte de esa juventud sintió más el peso del hartazgo con ocho años de gobierno demócrata.

A diferencia de Obama o de su esposo, Bill Clinton, Hillary llegó vulnerable a la campaña. A nivel legislativo, el resultado también le fue desfavorable: la Cámara de Representantes siguió estando controlada por una mayoría republicana y los demócratas en el Senado no pudieron ganar los nueve escaños que necesitaban para disputar la hegemonía a su rival. Hasta ayer en la noche, sólo en Illinois, Pennsylvania y Wisconsin, la elección para el Senado parecía favorecer claramente a los demócratas. Mejor parece haberles ido en las elecciones para gobernador: en tres estados, Indiana, North Carolina y West Virginia, los demócratas iban a la delantera.

Hillary Clinton tenía la ventaja, sobre Obama, de contar con una imagen más moderada. Pero esa moderación se dilapidó en un careo obsesivo con Donald Trump, que empañó la oferta clara de propuestas atractivas para las mayorías desfavorecidas. En esta batalla por el sentido de América, el desencanto con el sistema y la alianza con el sector más conservador del país, produjo este fracaso que podría operar un giro dramático en las claves domésticas y globales de la política de Estados Unidos en el siglo XXI.

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