La caravana, somos parte del problema

La caravana, somos parte del problema
Por:
  • javier_solorzano_zinser

Año con año, desde Centroamérica se organiza lo que se conoce como la “caravana migrante”. La componen ciudadanos salvadoreños, hondureños y guatemaltecos quienes intentan llamar la atención de varios asuntos.

Uno fundamental es encontrar a sus familiares o amigos, de los que no saben nada. Muchos de ellos salieron de sus países con el objetivo de llegar a EU; si bien en el camino pudieron quedarse en México, o lamentable y dolorosamente, perderse o morir en el intento.

Son muchos los motivos por los cuales se presenta esta migración. Van desde la búsqueda de mejores condiciones de vida; razones políticas, —por cierto cada vez más importantes y significativas—: presiones de pandillas tipo Maras Salvatruchas para que los jóvenes se integren a ellas.

En muchos casos son los padres de familia quienes terminan alentando a sus hijos a que dejen sus hogares. Los temores de que materialmente las pandillas se lleven a sus hijos están sistemáticamente latentes, a lo que se suma que para muchos jóvenes, las pandillas pueden terminar siendo vistas como una “alternativa”, debido a las condiciones de tanta adversidad en las que viven.

La migración centroamericana debe ser tema de la más alta prioridad y compete a todos, en la región, su atención y solución. La migración está ligada directamente a las condiciones sociales, económicas y políticas de la zona; ésta es  una de sus condiciones medulares.

En otras anteriores, las caravanas han logrado algunos de sus objetivos. Hace tres años, una madre hondureña pudo encontrar a su hija en un poblado cercano a la capital de San Luis Potosí. Fue un encuentro cargado de emoción y de gran amor filial, del cual pudimos ser testigos.

La causas por las que la hija no se había comunicado con su madre se debían a que no logró llegar a EU, por ello decidió quedarse en México. No quería que en su casa supieran que “había fracasado”, a lo que se sumaba que había tenido un hijo. Al final, éste es un caso más, con variantes, como el que viven muchos otros migrantes.

El pasado fin de semana, cerca de 2 mil 500 ciudadanos hondureños iniciaron, con rumbo a México y EU, una nueva “caravana migrante”. La diferencia con otras caravanas es que, en este caso, es organizada sólo por hondureños; a diferencia de las de años anteriores, en que también participaron ciudadanos de El Salvador y Guatemala.

Es probable que en el camino, habitantes de estos países se unan a la gran marcha, ya que tienen problemáticas comunes. La solidaridad entre los migrantes es una de sus grandes divisas, por lo que se espera que la marcha, llegando a nuestro país, sea aún más numerosa.

El gobierno mexicano ha advertido, más que informado, que no dejará entrar al país a quien no traiga sus papeles en regla. No pareciera que nadie se haya preguntado cuáles son los motivos de esta caravana, entre los que hay una serie de exigencias concretas contra nuestro país.

Cerraron la puerta sin analizar lo que está pasando; a la vez que, de seguro, no dejan de pensar en las repercusiones que podría traer cualquier decisión con los vecinos del norte, quienes ya han lanzado advertencias al respecto.

Al futuro gobierno, el tema ya le pega; con eso de que ya gobierna, no puede pasar por alto la caravana.

Los hondureños no sólo protestan contra Trump; también lo hacen señaladamente contra México, por el trato abusivo y violatorio de sus derechos humanos que reciben en nuestro país.

RESQUICIOS.

El gobierno electo dio a conocer los pormenores de su consulta sobre el nuevo aeropuerto. Quisiéramos pensar que hay plan A y B. Qué van a hacer si la opción Texcoco resulta ganadora, siendo que los habitantes de la zona están echados para adelante y se sienten apoyados, no casualmente,  por el nuevo gobierno. Y qué van a hacer si gana Santa Lucía, siendo que no tienen un proyecto formal todavía sobre esta opción; estamos metidos en un gran lío.