La debacle de Zapatero

La debacle de Zapatero
Por:
  • larazon

Valeria López

El PSOE perdió en las elecciones del domingo. Los votantes castigaron al partido por su mal desempeño económico; además, manifestaron al mundo su inconformidad. Pero eso apenas cubre el mínimo de los daños que ha causado en la vida de los ciudadanos.

La derrota del PSOE es una más de las muchas paradojas de la política; no deja de causar sorpresa que el partido socialista pierda el poder por no responder a las necesidades de empleo de los jóvenes. La cosa es tan inverosímil que suena jocosa.

Los defensores de la igualdad —como cualquier partido socialista— le negaron la oportunidad de autonomía a la mayoría de los jóvenes españoles: 45% no puede empezar su vida porque el PSOE no supo gobernar.

Porque, en cristiano, eso es lo que significa que la tasa general de desempleo de un país sea del 20%.

Así, hay millones de personas que no pueden hacer su vida, que no son capaces de la autonomía, que no tienen las condiciones mínimas de autorrespeto, que no pueden cumplir sus sueños.

Y que haya mercado laboral es responsabilidad, directa, del gobierno. Más allá de partidos o de visiones sociales, el Estado debe garantizar que los ciudadanos tengan modo de “hacérselas con su vida”. El resto depende, naturalmente, del ciudadano: que haya carreteras, ya sabrá cada quien si las usa o no, en qué momento y cómo.

Lo único que no vale es lo que hizo, precisamente, Zapatero: castrar las vidas de los jóvenes por su impericia económica y de gobierno.

Zapatero afirma que las elecciones son la factura después de tres años de crisis económica; el mercado, afirma, es el causante. ¡Argumento retro!

No, señor Zapatero. La indiferencia de su gobierno en los tres factores clave de política económica son los responsables: no atendió el problema del desempleo, no hizo que creciera el PIB, no redujo la prima de riesgo.

Y, lo digo respetuosamente, su incapacidad salió barata. Perder el gobierno y entregar al PP un Estado desparramado —fuera de control— no compensan el lustro perdido de la vida de los indignados.

A diferencia de México, dos factores fueron los que salvaron a España de la violencia. Primero, la solidez de la estructura de gobierno, en específico, del sistema penal español, que —mal que bien— funciona.

Segundo, la seguridad social, que aunque se vio mermada en los últimos años alcanzó a cubrir los mínimos de los ciudadanos; el mejor ejemplo son los servicios de salud.

Pero Zapatero no es el único gobernante de nuestros días que vivirá con la culpa y la vergüenza de haber traicionado a una generación.

politicaltriage.razon@gmail.com