La dignidad del cuerpo

La dignidad del cuerpo
Por:
  • valerial-columnista

Revisar los informes de las fiscalías, de Naciones Unidas o las más recientes notas periodísticas, me ha hecho pensar que nuestras sociedades no han terminado de comprender la importancia de respetar el cuerpo ajeno.

Para muestra, tres ejemplos de diferentes ámbitos.

Primero, un pastor decide tocar inapropiadamente a una famosa y joven cantante. Como es de esperarse, la polémica en las redes sociales culpabiliza a la señorita “por enseñar de más”; 24 horas después el pastor “pide disculpas”. De este caso, me surgen dos preguntas; primero, ¿qué le hizo pensar a un pastor que podía tocar a una mujer sin su consentimiento? Mucho me temo que no fue la primera vez y que, probablemente, tampoco sea la última. Sostengo esto pues el pastor no ha entendido que cada persona es dueña de su propio cuerpo, que nadie tiene derecho de uso sobre la carne y los huesos de otro y que hacerlo está mal.

La segunda pregunta que me surge es ¿por qué culpamos a las víctimas? En este y otros muchos casos, solemos escuchar justificaciones hacia los agresores mientras miramos la destrucción de la poca honra que le queda al débil. ¿Se deberá acaso a los estereotipos o es un anhelo atávico de los instintos primitivos del ser humano que no terminamos de superar? Sea uno u otro, insisto, está mal culpar a las víctimas.

El segundo ejemplo que recupero es el del pedófilo de Bélgica, Marc Dutroux, que fue un caso muy sonado en la década de los noventa pero que ha vuelto a cobrar notoriedad. El pedófilo secuestraba a niñas, las violaba y las mataba. Esta semana, su abogado ha decidido compartir —con los padres— una carta en la que el delincuente comparte los detalles de la muerte de sus víctimas para que “sepan la respuesta a sus preguntas” y “encuentren la paz”. No puedo dejar de preguntarme ¿qué le hace pensar a Marc Dutroux que puede comunicarse con los familiares de sus víctimas? ¿Por qué piensa que tiene derecho a hablar con quienes le dieron la vida a alguien, cuando él se las arrebató, no sin antes humillar y mancillar sus cuerpos?

Finalmente, los ecos de la campaña en redes sobre #Miprimeracoso siguen resonando en los oídos de nuestras sociedades y familias; sabemos que nuestros niños están más expuestos de lo que nos gustaría aceptar. Y, no. Tampoco está bien pensar que los cuerpos de las niñas o los niños están disponibles para los caprichos sexuales de los adultos.

Más allá de condiciones sociopolíticas, nuestras sociedades tienen mucho que comprender sobre el trato y el respeto al cuerpo de todas las personas. No se trata de un puritanismo ramplón, sino de un trato y una forma de mirar a los ciudadanos. El cuerpo de cada persona es valioso en sí mismo, está protegido por las legislaciones correspondientes y, todavía mas importante, es una parte esencial del desarrollo de la personalidad. Y, como tal, debe ser respetado, honrado y protegido.