La escuela cubana

La escuela cubana
Por:
  • armando_chaguaceda

Hace unos días participé junto a un colega y amigo en la presentación de un libro, coordinado por ambos, en la Cámara de Diputados de Guanajuato.

Allí, entre miembros del Legislativo, académicos y público en general, discutimos sobre los avances y los desafíos de la democracia latinoamericana. Haciendo hincapié en los enormes pendientes que, en materia de equidad, contraloría social, imperio de la ley y participación ciudadana, presenta México tanto a nivel federal como en sus variopintas regiones.

Al terminar conversamos con varios de los presentes. Un representante de Morena, tras preguntar mi visión sobre la necesidad de un cambio en el país, me comentó que pronto viajaría a Cuba. A su pregunta respondí que, claramente y como había sostenido en nuestra presentación, creía que México necesitaba abatir los rezagos estructurales de la pobreza, la desigualdad, la impunidad y la corrupción; tareas todas que ameritaban un giro progresista en la política local. Sin embargo, le precisé, no confiaba que lo lograse un partido como el suyo, donde tanta gente esperanzada y activa sigue las órdenes de un liderazgo hiperpersonalista. Tan poco afecto a la innovación y la transparencia como aquellos a quienes dice querer suplantar, por el bien de México.

En cuanto a la visita a suelo caribeño le indiqué que allí podría encontrar mucho de dominio pero poca política. Porque donde no existe un debate abierto, en el que la condición opositora —justo la que Morena representa en tierra azteca— está penalizada y en el cual no se respetan las libertades políticas hay poco que aprender para quienes desean empujar en pro de un cambio progresista. Algo turbado, me insistió en que si aprendería en la escuela de cuadros donde le habían invitado. Y yo, conocedor del dogmatismo antimarxista que impera en esos lares, le deseé suerte y que disfrutase de la hospitalidad de mis paisanos.

Cuesta creer que, sea con el dinero de los contribuyentes o con plata del gobierno cubano, Morena apueste a formar cuadros en centros como la Ñico López, usina de propagandistas y cementerio del pensamiento crítico. Ojalá todo sea un error o decisión enmendable. Sobre todo porque, en este mismo continente, existen fuerzas políticas de izquierda experimentadas en su formación partidaria y gubernamental. El Frente Amplio uruguayo, la izquierda autónoma chilena o diversos movimientos sociales de la región, por ejemplo, podrían ayudar a tal empeño formativo sin echar vino nuevo en odres viejos.

En México la irrupción de Morena puede ayudar a la promoción de ideas como la de justicia social, básicas para cualquier proyecto progresista. Pero también reeditar lo peor de la tradición caudillista y autoritaria de la izquierda continental. Mucho de eso se juega en la formación que reciban sus cuadros y representantes electos. Porque una cosa es mantener, como lo hacen todos los partidos, relaciones políticas con los gobiernos vecinos —incluido el cubano— y otra muy distinta formar ideas allí donde éstas son cuidadosamente administradas.