La esposa de…

La esposa de…
Por:
  • valeria_lopez_vela

En un ensayo de 1999, la feminista Catharine Mackinnon se cuestionó: “¿Cuándo las mujeres serán —tratadas—como humanos?”. La pregunta parecía más una provocación o un vuelco retórico, pero, dieciocho años después, sigue sin poder ser respondida a cabalidad.

Apenas hace unos días, el reino de Arabia Saudita anunció que, a partir de junio de 2018, se permitiría a las mujeres conducir vehículos. De entrada la noticia suena positiva, pues permite mayor movilidad a las súbditas y parece un paso hacia a la emancipación.

Sin embargo, aunque la medida es buena, es un extraordinario medio de contraste que revela los fuertes pilares del patriarcado árabe que se sostiene en un modelo monárquico religioso, lejano al horizonte de los derechos humanos. Repensemos la situación: el rey Salmán emite un decreto que permite a las mujeres manejar siempre y cuando se respeten los preceptos de la sharía. Es decir, se trata un permiso, no del reconocimiento de un derecho aunque, de hecho, éstos aumenten.

Así, aunque las mujeres conduzcan permanecen en la infancia eterna a la que las leyes las condenan; en Arabia Saudita, las féminas tampoco pueden abrir una cuenta de banco ni salir solas sin el permiso de un varón, por ejemplo. De esta forma, el género femenino siguen siendo vistas como niñas: como seres incapaces de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro; ésta es, precisamente, la definición de minoría de edad que propuso el reconocido filósofo Imanuele Kant, en el siglo XVIII ,y que, desde entonces, ha servido como referencia para las sociedades occidentales.

Pero, sin ir tan lejos, en nuestro país las condiciones para las mujeres no son mejores. Pensemos en dos ejemplos. Primero, la violencia feminicida va en aumento solapada por antiguos criterios —morales y legales— que insisten en ocultarla bajo el tipo de homicidio simple cuando, lo sabemos todos, los motivos del asesinato revelan un profundo desprecio por la vida de las féminas.

El segundo caso es el de Andrés Manuel López Obrador, quien dio muestras, una vez más, de su infinito machismo cuando —tras la renuncia de Margarita Zavala al PAN— se refirió a ella como “la esposa de Calderón”. Como si Margarita no tuviera nombre propio o no valiera la pena pronunciarlo. ¿Es Andrés Manuel incapaz de tratar a una mujer como un ser humano pleno y autónomo, como cuestiona Mackinnon? Me temo que sí. El acto colinda con las fronteras de la violencia política y debe ser rechazado.

La discriminación, en todas sus formas, sigue siendo la sombra que acompaña a nuestras sociedades. Y cuando se trata de género es todavía más oscura, pues se esconde bajo las formas de la tradición, de las buenas costumbres, de la moral de la gente bien o de bien.

Mientras se sigan refiriendo a nosotras como “niñas”, “nenas”, “esposas de…” no alcanzaremos el reconocimiento social al que tenemos derecho.