La fe de Tony Blair

La fe de Tony Blair
Por:
  • larazon

Hace falta tener valor para arrepentirse de los errores que uno comete, mucho más en política y quizás por eso no sea nada frecuente que un político entone el mea culpa.

Tampoco lo hizo Tony Blair, el antiguo primer ministro británico, el viernes pasado, cuando compareció ante la comisión que investiga la intervención del Reino Unido en Irak hace ya siete años. En al menos dos ocasiones tuvo la oportunidad de decir que lamentaba verdaderamente las decenas de miles de muertos que han resultado, y siguen resultando, de la guerra en Irak, pero no lo hizo. Más aún, terminó su comparecencia declarando que, dadas aquellas circunstancias, volvería a ordenar la invasión de aquel país.

Eso es precisamente lo que analiza la comisión que preside John Chilcot: si esas “circunstancias” y los distintos alegatos del gobierno británico para acompañar a George Bush en la aventura de derrocar a Sadam Hussein se atuvieron o no a derecho, es decir, si fue una guerra legítima o no. Blair (también conocido como Bliar, es decir “mentiroso”, en un juego de palabras con su apellido) ha insistido en estos días en que “hoy el mundo es más seguro”, pero eso es algo que ni siquiera él se lo puede creer cuando se encuentre a solas consigo mismo: nunca, ni siquiera siete años después de iniciada la guerra, se ha podido comprobar las dos premisas con que buscaron justificar el derrocamiento de Sadam Hussein: que poseía armas de destrucción masiva y que mantenía un estrecho contacto con Al Qaeda. Y lo que resultó fue una guerra no sólo ilegítima, puesto que no existía el peligro que se alegaba, sino absolutamente cruel en la que han muerto decenas de miles de personas inocentes y otras muchas han quedado irreparablemente mutiladas.

Es de sobra conocida la fe religiosa del señor Blair, aunque no hablara mucho de ella mientras fue primer ministro: quizás porque sus asesores le advertían que el electorado británico nunca vería con buenos ojos su reiterada mención a Dios, algo que sí suele calar en Estados Unidos. Convertido al catolicismo, sólo queda pensar que es esa misma convicción religiosa la que le impide ahora reconocer que se equivocó. Tampoco Bush, ni en lo que le tocó al pequeño Aznar, han manifestado arrepentimiento alguno por una decisión a todas luces equivocada, si no es que intencionalmente equivocada. Los tres presumen de su fe religiosa y los tres aseguran que éste es un mundo más seguro, pero la realidad es bien distinta: la invasión de Irak mostró al mundo, una vez más, que nadie está exento de cometer las peores tropelías en nombre de un supuesto bien y fue la peor defensa posible de algunos de los valores más estimables que defiende Occidente.

fdm