La moral y las moras

La moral y las moras
Por:
  • guillermoh-columnista

El género de las autobiografías de los participantes en la Revolución mexicana incluye algunos libros memorables. El más conocido de ellos —obra maestra de nuestra literatura— es la serie de José Vasconcelos compuesta por su Ulises Criollo, La tormenta, El desastre y El proconsulado. Aquí quiero recordar otra obra autobiográfica de ese periodo. Aunque no se trata de una pieza literaria ni filosófica es, sin embargo, asombrosa por su franqueza, su descaro y porque cuando uno la lee, descubre no sólo los más oscuros recovecos del autor, sino de toda una época de la historia de México. Es una desgracia que este libro extraordinario sólo tenga una edición, la primera de 1980, por la editorial Grijalbo, y que no se haya reimpreso. Me refiero a las Memorias del general Gonzalo N. Santos.

El libro está repleto de comentarios y anécdotas narradas con ingenio, picardía y desfachatez. Uno de ellos, que se ha repetido innumerables veces, es la frase de que la moral es un árbol que da moras. Para entender correctamente esa sentencia, casi siempre citada fuera de contexto, conviene que leamos el párrafo que aquí transcribo:

“Yo no sé qué opinen los moralistas, pero para mí la moral en la política es un árbol que da moras y además sé que el político debe vivir de la política y asignarse sus emolumentos según la fuerza de que disponga, pues entre más grande es su poder, más grandes son sus compromisos y responsabilidades”. (p. 580).

El general Gonzalo N. Santos tenía una idea maquiavélica de la política nacional como una extensión de la guerra civil. Desde este punto de vista, el dinero es parte del botín ganado de manera legítima en la batalla

Santos ofrece una justificación de la amoralidad de la política mexicana. Un político sin dinero es un político débil, vulnerable, que dependerá de otros para satisfacer sus necesidades materiales. Además, un político necesita dinero para fortalecer sus alianzas políticas, para asegurar la lealtad de sus subordinados y para preservar su base de apoyo popular. El dinero es un instrumento para el éxito político. Esto es lo que Carlos Hank González resumió en su famoso apotegma: “Un político pobre es un pobre político”.

El político honrado no sólo corre el riesgo de sufrir la humillación de morir en la pobreza —como José María Maytorena—, sino que, dado que el político siempre corre peligro, se tiene que hacer de todos los recursos a la mano para defenderse de sus enemigos pasados, presentes y futuros. Así lo señala Santos:

“…el político, cuando es verdadero político y se le presenta una situación difícil en su carrera, si el caso lo requiere, para triunfar, debe gastar todo con valor, lo “ladino y lo manso” si fuera necesario, lo mal y lo bien habido; eso sí, si gana el albur, debe cobrar lo viejo y con “camonina”, más en mi caso que en estas empresas siempre me jugué la vida”. (p. 580).

[caption id="attachment_780352" align="aligncenter" width="1587"] Memorias / Editorial: Grijalbo / Única edición: 1980[/caption]

Lo que sostiene Santos es que en la realpolitik de su tiempo la moral no podía ser norma de acción. El político honrado era un mal político porque reducía su capacidad de respuesta. Si la política se entiende como una lucha por el poder, entonces el dinero, los recursos materiales, los intereses económicos son instrumentos indispensables para triunfar. No importa si el oro se ha robado de las arcas públicas o se ha cobrado a particulares por favores o incluso se ha obtenido por medio de la extorsión. Lo que conviene es tenerlo, usarlo, aprovecharse de él para beneficio propio.

El general Gonzalo N. Santos tenía una idea maquiavélica de la política nacional como una extensión de la guerra civil. Desde este punto de vista, el dinero es parte del botín ganado de manera legítima en la batalla.

El político honrado era un mal político porque reducía su capacidad de respuesta. Si la política se entiende como una lucha por el poder entonces el dinero, los recursos materiales, los intereses económicos son instrumentos indispensables para triunfar

Resulta entendible —aunque no justificable— que Santos tuviera esa concepción de la política en aquellos años en los que el poder se ganaba con los fusiles. Pero ahora, cuando se supone que la contienda política es pacífica, ¿qué excusa podría ofrecer un político para robar?

Comparados con Gonzalo N. Santos, los gobernadores del nuevo PRI que amasaron fortunas en este sexenio resultaron todavía más inmorales que el cacique potosino. Santos todavía podía decir que robaba para sobrevivir en la política, pero los nuevos sátrapas sólo robaron por la ambición más descarnada, la codicia más vulgar, la miserable convicción de que ellos también merecían el poder y la abundancia.