La OEA y el Grupo de Lima

La OEA y el Grupo de Lima
Por:
  • rafaelr-columnista

Como quiera que se mire, ha sido un error del Secretario General, Luis Almagro, la sugerencia de que la OEA no descarta ninguna opción en la búsqueda de soluciones para el conflicto venezolano, incluyendo la militar.

Aunque Almagro insista en que esa alternativa se contemplaría luego de agotar todas las vías diplomáticas, la mera alusión a una hipótesis remota ha provocado una crisis al interior del Grupo de Lima, un foro de gran autoridad en la región, y una verdadera catarsis en el bloque bolivariano.

Almagro ha dicho lo que Nicolás Maduro y sus aliados en Centroamérica y el Caribe  querían escuchar. Cualquier insinuación de que el tiempo de los golpes de Estado y de las invasiones yanquis no ha sido superado en América Latina es bienvenida en esa zona. Una Guerra Fría prolongada es el contexto propicio para reproducir regímenes autoritarios como los que promueve esa izquierda. Bajo un supuesto estado de sitio, cualquier limitación de las libertades públicas logra el apoyo de una parte considerable de la ciudadanía.

No hace mucho, el Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo, SIPRI por sus siglas en inglés, reportaba que desde el año 2017, justo cuando se impuso la perpetua Asamblea Constituyente de Venezuela, el gasto militar venezolano creció, aunque la crisis económica hizo relativo el incremento en relación con otros países suramericanos. El fortalecimiento del poder militar en Venezuela ha continuado por medio de compra de armas a Rusia y a China y de la multiplicación de las milicias.

Tan sólo la mención del golpe militar o de la intervención extranjera, como escenario hipotético, produce automáticamente reacciones costosas para la construcción de un consenso diplomático en torno a Venezuela. Tras las declaraciones de Almagro, la mayoría de los miembros del Grupo de Lima, incluyendo gobiernos como los de Brasil, Argentina, México, Perú, Chile y Costa Rica, emitieron un comunicado en el que rechazaban explícitamente el uso de la fuerza en la crisis venezolana.

La fractura entre la OEA y el Grupo de Lima, en torno a Venezuela, favorece el statu quo del madurismo. El régimen venezolano aprovecha el desencuentro para cargar contra el secretario Almagro y, de paso, distorsionar la posición del propio Grupo de Lima, que ha sido un crítico creíble de la situación venezolana. A la hora de elegir blancos, ese tipo de regímenes prefiere siempre los menos plurales o los más evidentemente ligados a intereses de Estados Unidos.

La tensión entre dos instancias que deberían estar coordinadas y unidas en la búsqueda de una persuasión diplomática, desde América Latina, en torno al conflicto venezolano, facilita uno de los objetivos primordiales del nuevo autoritarismo: presentar una crisis interna como acoso del exterior. Las cancillerías latinoamericanas involucradas en el Grupo de Lima deberían ser conscientes de esa manipulación, que en las próximas semanas recorrerá varios foros regionales y globales.