La oportunidad perdida de los Juegos Olímpicos

La oportunidad perdida de los Juegos Olímpicos
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Ser la sede de los Juegos Olímpicos es una oportunidad para mostrar ante la comunidad internacional los éxitos de una nación; sin embargo, también expone sus fragilidades. En el caso de Brasil, éstas son evidentes cuando el presidente no puede siquiera hablar con confianza en su propia casa.

Después de la emotiva ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Río, el presidente interino, Michel Temer, habló en el mítico estadio de Maracaná sólo por unos cuantos segundos, en un intento por minimizar las posibles rechiflas y abucheos que, a pesar de todo, sufrió. Igualmente, el hecho de que sólo asistieran 45 mandatarios de otras naciones, casi la mitad de los que asistieron a Londres en 2012 o a Beijing en 2008, es una muestra de la fragilidad del actual gobierno.

Brasil ha abierto sus puertas al mundo en medio de uno de los momentos políticos más complicados de su historia reciente. Después de que se abriera el proceso de impeachment en contra de Dilma Rousseff y de que ésta fuera separada temporalmente de su cargo, la aprobación del titular del Ejecutivo ha caído hasta 14%. El Senado decidirá en las siguientes dos semanas si Rousseff quedará separada definitivamente de la presidencia. Aún con los Juegos Olímpicos celebrándose, Brasil sabrá si Dilma no regresara al cargo. Lo más probable es que el Senado la condene; pero esto no resolverá mucho ni ayudará a la crisis carioca.

Esto se debe a que Brasil no enfrenta un problema de una persona, sino que su modelo ha sido el equivocado. La economía brasileña también se enfrenta a un momento complicado, ya que ha pasado de sus envidiables tasas de crecimiento de 7.5% al año a tener que hacer frente a una contracción económica que ha llevado a la recesión.

Una de las primeras explicaciones detrás de esta crisis se encuentra en que el modelo de crecimiento brasileño se basó en un elevado precio de las materias primas. Actualmente 46% de sus exportaciones son materias primas, por lo que la caída en los precios de varios productos, como el petróleo o los metales, los ha afectado más de lo que afectaría a una economía basada en la exportación de manufacturas.

Sin embargo, la explicación más clara detrás de este desastre se encuentra en la corrupción. Los diversos escándalos de corrupción que han llevado al procesamiento de presidentes, gobernadores, ministros y un rosario adicional de funcionarios de todos los partidos y órdenes son la muestra de que una buena parte del crecimiento económico brasileño fue desviada y quedó repartida entre unas cuantas manos.

Así, lo que parecía a la distancia como una oportunidad para celebrar la bonanza y la solidez de un modelo que despertaba envidias se ha convertido en una lección internacional de las consecuencias de la corrupción. Los Juegos Olímpicos seguramente se desarrollarán sin mayores problemas, pero dejarán una fuerte marca entre los brasileños como la celebración a lo que fue un espejismo político y económico y a una oportunidad perdida.

leonugo@yahoo.com.mx

Twitter: @leonugo