La trata de personas

La trata de personas
Por:
  • larazon

Gil Gamés

Gamés considera que la ley de trata de personas acopia defectos graves que permiten encerrar inocentes, rescatar mujeres que no se encuentran secuestradas y amenazar una libertad civil. Para entrar directo en la camisa de once varas: si no hay un delito flagrante de trata, la prostitución debe ser regulada, o por lo menos tolerada, como ha ocurrido a través de los tiempos.

Gamés lo leyó en su periódico Milenio: los empresarios de la Expo Sexo han cancelado su feria anual por temor a ser encarcelados. Este encuentro que sucedía cada año en el Palacio de los Deportes, se ha suspendido. “En la ley del DF puede ir a la cárcel igual un tratante de personas que un promotor de festivales eróticos”, afirma el empresario Fernando Deira, uno de los organizadores de la Expo y productor de películas porno cuya empresa radica en Estados Unidos y donde opera en total libertad dentro de un negocio regulado.

La nota firmada por Ignacio Alzaga explica que la fiscal Juana Camila Bautista Rebollar sostuvo que los actos de exhibicionismo sexual que generen remuneración económica recaen en la modalidad de trata de personas. Gilga no necesita ser un jurisconsulto para saber que esta ley, tan importante como ha sido desde su promulgación, trae con ella varias contrahechuras.

Imagine: usted sale una noche de fiesta con amigos, la oscuridad incita a liberales libaciones (li-li) y éstas lo llevan a un abrazo estrecho con la noche. En un table dance prosigue el fiestón y unas mujeres de cuerpos paradisíacos se acercan a la mesa a ofrecer caricias de seda. Usted gasta dinero, paga por un servicio, y no ha ocurrido ningún delito todavía, de hecho hay una probabilidad de que no suceda ilegalidad alguna.

En la escena nadie ha encontrado indicios de que las mujeres de la noche, una venezolana, dos españolas y una húngara, hayan sido esclavizadas, secuestradas, maltratadas. ¿Hay en este capítulo trata de personas? Lo cierto es que usted amanece con el sol rompiéndole los ojos, con una cruda de órdago y casi convertido en un proxeneta, una persona que obtiene beneficios de la prostitución de otra persona.

Luego, cualquier otro día, la policía entra al mismo table dance y rescata a las mujeres, incluyendo la venezolana, quien era un auténtico nocaut; las dos españolas, un sueño envuelto apenas en un mínimo bikini, y la húngara a la que usted le prometió el cielo y las estrellas. Ah, porque hay que decir que usted ha pagado para estar a solas con la húngara y sus amigos uno con la venezolana y otros con las españolas. El recuerdo lo estremece a usted mientras se baña a la mañana siguiente y se va a trabajar. Mientras tanto, el antro ha sido clausurado y quienes ahí trabajan acusados de trata de personas. Enfrentarán cargos que podrían ponerlos en prisión hasta 15 ó 20 años. Los dueños, por cierto, se han esfumado.

En otra nota de su periódico Milenio, Leticia Fernández explica que cuando comparecen ante el juez, las bailarinas, presuntas víctimas de explotación sexual y laboral, proporcionan números falsos de teléfono; lo mismo pasa con las direcciones. En estos días de clausuras, un grupo de bailarinas realizó una reunión para protestar y pedir que terminen los operativos y que liberen a sus compañeros de trabajo. Cuando empiezan las clausuras a mansalva, Gamés recuerda al regente de hierro, Ernesto P. Uruchurtu, que persiguió la prostitución con una obsesiva y sospechosa eficiencia. Sólo un artículo de Luis de la Barreda podría aclarar el enredo entre esta ley, el delito y la libertad.

La máxima de Benjamin Franklin espetó dentro el ático: “Quienes son capaces de renunciar a la libertad esencial a cambio de una pequeña seguridad transitoria, no son merecedores ni de la libertad ni de la seguridad”.

Gil s’en va

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