Las calles rugen en Venezuela

Las calles rugen en Venezuela
Por:
  • montserrats-columnista

Jóvenes armados con piedras y escudos de cartón; desgastados por el hambre, pero ansiosos de libertad. Cien días de protestas callejeras, muertos y una población que ya no tiene nada que perder. El régimen de Maduro se topa con su creación: los jóvenes a los que les ha robado su presente y a quienes ya no les importa arriesgar su futuro. No tienen nada y, por eso, no le temen a nada.

Estos jóvenes suicidas se enfrentan a la dictadura de Maduro usando sus cuerpos como balas ante la injusticia. Lograron su primera victoria: atraer, por fin, suficiente atención internacional que se reflejó en la pasada reunión de la OEA (aunque fracasara la iniciativa mexicana y Venezuela saliera airosa… por la puerta de atrás).

Su segunda victoria llega con la salida de Leopoldo López de la cárcel para continuar su sentencia en arresto domiciliario. López es el preso político estandarte de la oposición y su salida demuestra que las negociaciones internacionales sirven, pero que la calle impera. Este movimiento del gobierno huele a desgaste y miedo. Pero no, señor Maduro, no crea que un Leopoldo López sonriente en casa será factor para que paren las movilizaciones. Venezuela está de pie.

El gobierno venezolano se ha cansado de violar sus propias leyes de una y mil maneras. La Constituyente que pretende Maduro para legalizar su dictadura no debe realizarse. El pueblo lo sabe, la comunidad internacional también y los mismos chavistas dan patadas de ahogado que muestran sus verdaderos colores. La violencia, como la sufrida por los legisladores de oposición los pasados días en el asalto perpetrado por los grupos de choque del chavismo, amenaza con escalar aún más. Son síntomas de la agonía del régimen.

Las grandes figuras del gobierno de Maduro, como la fiscal —Luisa Ortega—, abandonan el barco y muestran que el chavismo y el madurismo ya no son lo mismo. ¿Qué salida tienen ante sí los líderes militares y personajes como Diosdado Cabello? Retirarse o dejar que la sangre llegue al río.

La única salida pacífica y razonable es convocar a elecciones libres, supervisadas, transparentes y secretas, y dejar que el pueblo manifieste su deseo de cambio. Esta opción podría dejarle a Maduro algo de honor. Sin embargo, sabemos que el régimen chavista tiene problemas para operar racional y pacíficamente. ¿Acaso encontraremos a algún funcionario de alto rango que esté dispuesto a gritar a voz en cuello que el emperador está desnudo?

Leopoldo López es un símbolo de que la población civil puede oponerse pacíficamente a un régimen militarizado y vencer, aunque también es cierto que para los venezolanos ha llegado el momento de apostar doble o nada. Esperemos que Maduro no los haga llegar a las últimas consecuencias.

msalomonf@gmail.com