Las mil caras de Trump

Las mil caras de Trump
Por:
  • montserrats-columnista

La política es una idealización de la vida pública, una forma de equilibrar reclamos para alcanzar el desarrollo del conjunto en armonía y paz. En estos escenarios, no faltan ciertos principios y valores que marcan la pauta y el límite a la acción de las distintas partes, manteniendo un orden y un cierto acuerdo moral. Hoy en día, hemos retrocedido de la política del acuerdo diplomático, a la política de la amenaza descarada y el chantaje pragmático.

Trump es un caso paradigmático de un mandatario que gusta de imponer el poder; su idea de negociar es la de imponer; que no tiene amigos sino vasallos; y que busca ganar para sí mismo sin importar el costo para los otros… incluyendo a sus propios conciudadanos.

Este hombre no tiene referentes morales. Lo mismo puede defender una bandera que otra. Por eso tiene mil caras, por eso no cabe razonar con él. Lo mismo es el campeón de la clase obrera que el representante más adinerado de la élite y del privilegio. Pasa de ser el mejor amigo de China a desatar una guerra comercial con el gigante asiático y culparlo de la falta de acuerdos con Corea del Norte. Se vende como un hombre conservador y de familia, mientras su misoginia y vulgaridad inundan las redes. Da su palabra y la rompe con una sonrisa al haber sido más “listo”. Pertenece a la cultura del vivillo que ignora la deshonra y abraza el botín.

Trump es un pirata condecorado por la era del pragmatismo. Un ladrón al que se le perdona su pecado si paga su pertenencia al club de los adinerados. Sólo le importa eso: comprar su imagen con dinero, mucho dinero.

Así las cosas, no es de extrañar que esté dando puñetazos al tablero económico. El mundo ha construido un complejo sistema de pesos y contrapesos para darle un poco de sentido moral a las interacciones entre los países: evitar la dominación, salvar al planeta, evitar nuevos genocidios, luchar contra la marginación… Pequeños gestos de esperanza para la humanidad que han sido burlados cínicamente por el presidente norteamericano.

Impongo impuestos a las importaciones de China, exento a mi hija de ellos. Afirmo que necesito trabajar de la mano con México para combatir el narcotráfico y destrozo nuestra relación al poner en peligro el TLCAN y crear una crisis humanitaria en la frontera. Le doy la mano a socios como Canadá y la Unión Europea, mientras insulto a sus líderes y rompo tratados comerciales. Trump nunca dejó de ser el mismo para ser un político. Nunca ha buscado representar a su pueblo. Él sigue siendo quien siempre fue: un empresario trinquetillo que busca enriquecerse con oscuras compraventas llenas de negociaciones gansteriles.

Trump no tiene palabra porque no tiene un rostro. Es el presidente descarado de las mil formas.