Las pequeñas mayorías

Las pequeñas mayorías
Por:
  • larazon

Así como José Ortega y Gasset y Juan Ramón Jiménez hablaban de la importancia de las “inmensas minorías” para la vida intelectual, hoy podemos decir que la política latinoamericana es, cada vez más, un territorio de pequeñas mayorías.

A excepción de Cuba, donde Fidel y Raúl Castro ganan elecciones con más del 98% de los votos, América Latina vive el momento más competido de su historia política o, lo que es lo mismo, su momento más democrático en dos siglos de existencia.

Que el nuevo presidente de un país tan grande e influyente como Brasil sea una mujer y que esa mujer, Dilma Rousseff, sea la líder de uno de los partidos de izquierda más responsables y modernos del área es noticia de buenos augurios. Pero no habría que olvidar que Rousseff ganó con sólo el 55% de los votos, en segunda vuelta, y que si se suman el 43% de su opositor, el socialdemócrata José Serra, y el 21% de abstenciones, sobre todo entre los jóvenes, su mayoría se vuelve relativa.

La geografía electoral brasileña acusa una notable competitividad. Rousseff ganó para el PT el pujante noreste del país, pero Serra retuvo para la socialdemocracia el populoso e influyente sudoeste, incluyendo Sao Paulo y Minas Gerais. Los resultados electorales del pasado fin de semana anuncian una acumulación de tensiones entre los poderes regionales y centrales, legislativos y ejecutivos, que sólo podrán liberarse por medio de negociaciones y acuerdos. La población brasileña es, mayoritariamente, lulista pero no petista.

El caso de Brasil se agrega a otros de la región, como Chile o Venezuela, en los que la popularidad de un líder no puede ser transferida a su partido, acortando o perdiendo la ventaja sobre la oposición. A pesar de la popularidad de Michelle Bachelet, la Concertación perdió las pasadas elecciones presidenciales en Chile. A pesar de la menguante popularidad de Hugo Chávez, la oposición venezolana logró impedir que el oficialismo controlara plenamente la Asamblea Nacional de ese país.

Algunos países, como Bolivia o Argentina, parecen resistirse a esa tendencia a la competitividad democrática regional. Pero incluso en esos países los ejemplos de Chile y Brasil, en los que el capital político de los líderes no se transfirió cómodamente a sus partidos, serán tomados en cuenta. En ambos países las oposiciones atacarán la falta de institucionalidad de los partidos oficiales como una forma de desagregar el voto meramente carismático, por Cristina o Evo, de las bases sociales más tradicionalmente relacionadas con las maquinarias del peronismo argentino o el MAS boliviano.

La tesis de que América Latina está girando a la derecha o que, por lo menos, está conteniendo la oleada izquierdista de principios de la década es una mala lectura de las últimas elecciones en Panamá, Honduras y, sobre todo, Colombia y Chile. Más apropiado sería decir que en la mayoría de los países de la región izquierdas y derechas se vuelven electoralmente más competitivas, como parte de una, tal vez irreversible, consolidación de la democracia.

rafael.rojas@3.80.3.65