Los alcaldes de Acapulco

Los alcaldes de Acapulco
Por:
  • larazon

Raymundo

 PRIMER TIEMPO: Zeferino, Zeferino, ¿qué hiciste? Desde joven, Zeferino Torreblanca fue un activista patronal (en la Coparmex) y comerciante (en la Concanaco), que a principios de los 90, cuando una ola de empresarios inspirados por Manuel J. Clouthier irrumpieron en la política para defender sus intereses corporativos, se lanzó por la presidencia municipal de Acapulco. Pero no lo fue por el PAN, que era el hábitat natural electoral para él, sino por el PRD. Aunque de buena fama en el puerto por su trabajo en el sector privado, Torreblanca perdió. El PRD premió su esfuerzo con una diputación federal, desde donde se lanzó dos veces más por ese cargo hasta que en 1999 ganó. Las cosas le salieron bien, a decir por las crónicas de la época, lo que le dio combustible suficiente para ganar la gubernatura de Guerrero en 2004. Pronto, se vinculó estrechamente con Martha Sahagún y su Fundación Vamos México, con lo que recibió apoyos del entonces presidente Vicente Fox. Torreblanca terminó muy mal en el estado, hundido en desastres políticos y sospechas de corrupción por todos lados, cuidando su futuro con lances oportunistas, como haber sido el primer gobernador en reconocer a Felipe Calderón como vencedor de las elecciones. Su nombre regresó del olvido por la devastación de Manuel en Guerrero, que arrasó con la zona de nuevos desarrollos en Acapulco. No es la primera vez que sucedía, pero sí la primera que todos voltearon a ver las causas del desastre. ZT fueron las siglas que emergieron del lodo, en sus tiempos de alcalde, por haber iniciado el cambio de uso de suelo que permitió a las constructoras hacer proyectos habitacionales de altos y bajos ingresos en zonas de alto riesgo. Todo ese proyecto de expansión en Acapulco comenzó en el gobierno de Ernesto Zedillo, pero se concretó y profundizó en el de Fox, quien facilitó el andamiaje legal y económico que está marcado ahora por la tragedia. Y la sospecha también. Aquel sexenio foxista estuvo lleno de acusaciones sobre la participación de los hijos de la señora Martha en negocios petroleros y de construcción. Por los primeros tuvieron que pagar por sus delitos. Por los segundos, siguen acumulando riqueza, sin problemas jurídicos de ninguna especie. A Torreblanca, que sobrevivió la debacle de su gobierno, lo quieren arrancar del subsuelo para que responda, qué hizo, porqué lo hizo, a quién benefició. Y que en dado caso, pague las consecuencias.

 SEGUNDO TIEMPO: El heredero del Rey Lopitos. Este es uno de esos casos donde la biografía de un político comienza mucho antes que naciera. Por eso, la vida pública de Alberto López Rosas no podría entenderse sin la vida pública de su padre, Alfredo López Cisneros, quien desde los 15 años era un activista social. López Cisneros proyectó esos orígenes en el periodismo de escándalo, actividad que combinó con la movilización de grupos marginados, que le dio la fuerza para convertirse en una leyenda en invasiones y desalojos en Acapulco. Lo llamaban el “Rey Lopitos”, porque no había decisión política en el puerto, que las autoridades no tuvieran que consultar con él para su aprobación. Autoritario y amenazante, murió de manera nada sorpresiva, a balazos en 1966. Alberto, su hijo, tenía 12 años en ese entonces, y como su padre, hizo de la política su vida. Fue diputado y alcalde de Acapulco, procurador del actual gobernador Ángel Heladio Aguirre. Como su antecesor en la presidencia municipal, Zeferino Torreblanca también está sujeto a una investigación por el cambio de uso de suelo que permitió la construcción en zonas de alto riesgo, devastadas por Manuel. Pide que ni lo volteen a ver, que fue Torreblanca el responsable de todo. Las palabras no le bastarán. Inclusive, tiene más negativos que a quien le echa culpas ahora en un ajuste viejo de cuentas. Torreblanca le puso a andar a la Contraloría de Guerrero en 2009, que lo inhabilitó durante tres años por no haber comprobado a dónde fueron cinco millones de pesos del presupuesto del municipio. López Rosas luchó contra esa inhabilitación, y se podría afirmar que con éxito, pues lo nombraron procurador estatal. En mala hora para el gobernador Aguirre. Durante el conflicto con la escuela normal rural de Ayotzinapa en 2011, fabricó pruebas contra los estudiantes y buscó trasladar responsabilidad en la violencia que produjo tres muertos a la Policía Federal. Sus argumentaciones cayeron por sus propias contradicciones. El valor de su palabra, depreciado, tirado a la basura, es contra lo que éste, el heredero del “Rey Lopitos”, tiene ahora que luchar.

 TERCER TIEMPO: ¿Se acuerdan de las borracheras chicas? Qué tiempos aquellos, cuando en medio de la noche el presidente municipal de Acapulco llamaba a sus amigas en la prensa para que lo alcanzaran en el puerto para beber y amanecerse cantando. Qué tiempos cuando en su Harley Davidson corría ebrio sobre las banquetas de la colonia Condesa en la ciudad de México. Qué tiempos eran, cuando ya había canjeado las fichas por haberse parado en la tribuna de la Cámara de Diputados cuando se calificaba la elección presidencial de Carlos Salinas, y vació un costal lleno de papeletas que decía eran del fraude electoral en 1988. Diputado y miembro del Consejo Político del PRD, buscó siempre la gubernatura de su estado sin éxito, pero sólo hasta 2005, Félix Salgado Macedonio, que también ya había pasado por el Senado, fue electo como alcalde de Acapulco. ¡A vivir la vida! Pintoresco y bohemio, Salgado Macedonio entró rápidamente en problemas con el narcotráfico, cuando iniciaba la guerra entre los cárteles de Sinaloa y Los Zetas, donde quién sabe qué hizo, pero recibió amenazas claras de muerte. El alcalde vivía aterrorizado y bajó en unas cuantas semanas 20 kilos. Dejó la fiesta, la bebida y la vida disparatada. Hasta dejó de aparecer en público. Bajó totalmente el perfil, que siempre había mantenido bajo los reflectores de los medios, y se escondió. Nadie volvió a saber casi nada de él, hasta que su nombre volvió a aparecer estos días, como uno de los responsables del desastre urbano que causó Manuel, el ciclón que desbordó la laguna de “Tres Palos” en Acapulco, cuya agua encontró el cauce que el alcalde, como otros dos antes, habían autorizado para que construyeran casas encima. Qué paradoja de los perredistas que gobernaron en Acapulco: su desgracia pública actual —ya se verá si penal—, por correr de la mano de los panistas a quienes tanto desprecian.

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