Los huevitos de Uribe

Los huevitos de Uribe
Por:
  • larazon

Los colombianos han optado por una cosa y su contraria en las elecciones presidenciales del 20 de junio: el pragmatismo del economista Juan Manuel Santos y el idealismo del filósofo Antanas Mockus. A pesar del triunfo arrollador del candidato oficialista, que se ha llevado el 69% de los votos, su adversario del Partido Verde no ha sufrido una derrota humillante. Su mensaje a favor de la moralización de la política ha calado en los medios de comunicación, en la juventud y en los sectores sociales asqueados por la corrupción y el clientelismo. En apenas dos meses de campaña, el ex alcalde de Bogotá, famoso por sus excentricidades, ha dejado huella en la sociedad colombiana, a tal punto que el propio Santos le ha dedicado unas palabras elogiosas en su discurso de victoria: “El profesor Mockus puso a Colombia a pensar en el valor de la vida, de la transparencia y de la legalidad”.

La democracia colombiana acaba de dar una lección de madurez –ni triunfalismo excluyente del ganador, ni amargura rabiosa del perdedor– que debería suscitar la envidia de muchos países del continente e, incluso, de Europa. Santos y Mockus, además de los otros cuatro candidatos que fueron derrotados en la primera vuelta, son políticos de lujo si se les compara con sus homólogos de Venezuela, México o España.

Todos tienen una formación académica de primer nivel, hablan idiomas –Mockus, de origen lituano, los supera a todos con su manejo impecable del inglés y del francés– y han viajado extensamente para conocer de primera mano lo que se hace en otros países. Nada que ver con la clase política zafia de la Venezuela vecina, ni tampoco con la crispación insoportable que envenena la España de Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Y, en esta Colombia tan dinámica, donde he sido testigo durante un mes de un debate electoral de altura, no existe un López Obrador que confunde la democracia con la dictadura de la calle.

A pesar de todo, la imagen del país en el exterior sigue por los suelos, como si sólo existieran el narcotráfico, la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), los secuestros, los sicarios y las violaciones de los derechos humanos por parte del Ejército. El país, es cierto, ha sido presa de todas esas lacras durante décadas, pero en los últimos años sus dirigentes han logrado acotar a los violentos. Queda mucho por hacer y, por eso, los colombianos han votado masivamente a favor del candidato que representa la continuidad de la política de “seguridad democrática” desarrollada, a partir de 2002, por el presidente Álvaro Uribe y su ministro de Defensa, el propio Santos.

El presidente electo, que tomará  posesión el 7 de agosto, fue el artífice de los golpes más contundentes asestados a las FARC en sus casi 50 años de existencia, con la eliminación física de varios de sus dirigentes, empezando por el número dos de la organización, Raúl Reyes, y la liberación de los secuestrados más emblemáticos en una operación digna de una película de Hollywood. Juan Manuel Santos ha dejado claro que no bajará la guardia y que no habrá diálogo hasta que las FARC liberen a todos sus rehenes (esa es también la posición de Mockus). Su éxito electoral se debe también a sus compromisos con la “prosperidad económica”, que es ahora la principal agenda pendiente en un país donde la pobreza afecta a casi la mitad de la población. Sus propuestas –crear más de dos millones de puestos de trabajo y formalizar medio millón de empleos precarios– y su experiencia exitosa en los ministerios de Hacienda y Comercio Exterior han convencido más que las recetas improvisadas del simpático Antanas Mockus, menos preparado para dirigir una nación tan compleja.

Colombia no tendrá “el primer gobierno verde en el mundo”, como vaticinaban el profesor y las encuestas, que le daban la victoria antes de la primera vuelta y tuvieron que tragarse sus pronósticos. Hay que aclarar que el término “verde” no se refiere a la ecología, pero sí a una “nueva forma de hacer política [para] construir una sociedad más legal y más justa [en la cual] la vida y los recursos públicos son sagrados.”  Este discurso ha seducido a muchos colombianos, pero, a la hora de votar, una amplia mayoría se ha decantado por el hombre pragmático para cuidar los “huevitos”, como Uribe llama a su balance político. Eso sí, Santos lo hará con un talante más conciliador que su mentor, y bajo la mirada atenta del filósofo que se ha convertido en la conciencia crítica de Colombia.

bdgmr@yahoo.com