Los motivos de Fuente Ovejuna

Los motivos de Fuente Ovejuna
Por:
  • larazon

Salvador del Río

En los dos últimos años se ha registrado en México la ocurrencia de veinticuatro linchamientos, la mayoría de ellos en pequeñas comunidades del Estado de Puebla.

En esos hechos, las policías municipales han sido incapaces de contener la ira del pueblo instigado para cometer ejecuciones colectivas en contra de individuos a quienes, sin juicio previo, la multitud acusa de robo o secuestro. Fuente Ovejuna, todos a una.

Estremece la barbarie que aparece en las escenas difundidas del linchamiento, asesinato y quema, en el poblado de Ajalpan, Puebla, de dos hombres a los que los moradores habían creído sorprender cuando intentaban secuestrar a una menor.

Injustificable acto de barbarie, no sólo por la forma en la que fueron sacrificados esos dos jóvenes, sino porque la justicia por propia mano es contraria al Estado de derecho, a la moral y a la civilización.

Es necesario admitir, sin embargo, que esos actos no han sido infrecuentes en la historia de México y en la de muchos otros países, a los que hay que encontrar, si no una justificación, alguna razón, aunque sea deleznable.

El asesinato colectivo perpetrado por los habitantes de Ajalpan,despierta la alarma por su crueldad y por el hecho de que las víctimas, según se ha comprobado, no eran delincuentes, sino encuestadores que realizaban trabajo de campo por cuenta de empresas comerciales.

¿Quién mató al comendador? Fuente Ovejuna, señor, responden a una los habitantes del pueblo español donde Lope de Vega sitúa ese drama de colectiva autoría, causada por la ira ante la pasividad de la autoridad.

La acción de la cólera de la multitud consigna numerosos ejemplos. En El Agua Envenenada, Fernando Benítez describe la forma en la que, desde el púlpito, un sacerdote difunde la versión de que el alcalde envenenó el agua que corre por el pueblo y provoca la ira colectiva.

Lo mismo ocurre en Canoa, la película que en 1968 reproduce el hecho real de cinco jóvenes universitarios, a quienes una turba fanatizada de San Miguel Canoa, en Puebla, dio muerte por la acusación de ateos y comunistas.

En La muerte tiene permiso, Edmundo Valadez narra la fantástica historia de un grupo de campesinos que obtienen la autorización de su comunidad, para matar al cacique a quien ya habían ejecutado.

Los sucesos de Ajalpa, como los ocurridos en otras partes del país, y en otras partes del mundo, no tienen una justificación moral ni legal. Son tan irracionales como la pena de muerte aplicada en algunos países, que constituye una venganza arrebatando vidas con o sin juicio previo.

El crimen colectivo de esa apartada comunidad del estado de Puebla es, ciertamente, un hecho reprobable, cuyos responsables, si la justicia logra identificar, deben ser castigados. Sin embargo, la repetición de esos hechos en México debe hacernos reflexionar sobre un fenómeno que tiene su origen en la desconfianza en las instituciones y en la desesperanza, que se manifiesta en violencia irracional, frente a la incapacidad de esas propias instituciones para brindar seguridad y justicia a la comunidad, frente a la delincuencia que corroe y degrada la conciencia de la sociedad y obnubila la razón colectiva.

srio28@prodigy.net.mx