Lula, protagonista de una novela de abogados

Lula, protagonista de una novela de abogados
Por:
  • valeria_lopez_vela

Desde Brasil

Los brasileños tuvieron un fin de semana de desencantos. El viernes, la selección de futbol —otrora invencible— quedó eliminada del campeonato mundial; sin duda, se trata de un momento difícil para un país en el que el maracanazo aún se recuerda.

Por si fuera poco, el domingo fuimos testigos de una interesantísima novela jurídica, aunque socialmente desgarradora: el tribunal se negó a liberar al expresidente Lula; decisión que fue percibida en las calles como caprichosa y ajena a las razones de la justicia.

El itinerario jurídico nos mantuvo a todos —locales y extranjeros— al pendiente, minuto a minuto de las decisiones judiciales. El juez Rogerio Favreto ordenó la liberación del expresidente y para ello utilizó un buen argumento acorde con el derecho internacional de los derechos humanos: la situación de detención de Lula le impide ejercer sus derechos políticos; específicamente, el derecho a ser votado.

Horas más tarde, el magistrado Joao Gebran Neto, revirtió la sentencia del juez Favreto quien, a pesar de la orden, giró instrucciones para la liberación inmediata de Lula. El júbilo se sentía en las calles porque, para muchos, el fantasma de una contienda electoral judicializada se había desvanecido.

Pero ese no sería el último giro ni el final de la historia. El juez de primera instancia, Sergio Moro, interrumpió sus vacaciones para impedir la ejecución de Favreto con la explicación de ser “el juez natural” para decidir sobre el caso. Y, así, con un argumento de autoridad, se desestimó el habeas corpus ignorando la doctrina de los derechos humanos.

Todo esto ocurrió frente a la mirada atenta de los brasileños, quienes veían los huecos de su sistema judicial pues, para el ciudadano de la calle, los giros jurídicos no eran más que el resultado de los intereses políticos de los bandos involucrados.

Por su parte, los comentaristas expertos ofrecieron justificaciones patosas, barrocas e insuficientes sobre un delicadísimo tema: la intersección entre las decisiones judiciales y las ambiciones políticas.

Lo he dicho hasta el cansancio: ya no son días para las vaciladas de los leguleyos. Nuestras sociedades están mejor informadas y las aplicaciones normativistas —de corto alcance— sólo generan desconciertos y suspicacias.

Insisto: la decisión final se recibió más como una medida electoral que como un razonamiento jurídico; dar la espalda a los principios de los derechos humanos y optar por rancios conceptos abrió las venas anquilosadas de una constitución publicada en 1988 y que 30 años después parece estar muy lejos de las necesidades de los ciudadanos.

Así, un fin de semana cualquiera, los brasileños vieron la derrota de su selección de futbol y de su sistema judicial; espero que los días del fracaso político no vean la luz.