Malecón Tajamar: como el cohetero

Malecón Tajamar: como el cohetero
Por:
  • gerardo_garcia

Esta historia no podría terminar peor. Aquí nadie ha quedado bien. La autoridad, defenestrada; los desarrolladores, crucificados; los opositores al proyecto: diciéndose engañados. Nadie puede esbozar una sonrisa en un asunto que, lamentablemente, tenía que terminar así.

Si es que termina.

¿Qué sucedió en Malecón Tajamar?

Una tremenda consecución de errores, medias verdades y actuaciones medrosas. Una nueva equivocación: la batalla, que no es, entre el desarrollo y la sustentabilidad. Un equívoco constante que derivó para algunos en un ecocidio, para otros, simplemente en la aplicación del Estado de Derecho. Un verdadero fracaso.

Sí, en efecto, el Fondo Nacional de Fomento al Turismo debió cumplir con su papel y terminó de desmontar los predios del Malecón Tajamar en Cancún. Tuvo que hacerlo de la manera que menos debió suceder: en la oscuridad. Le generó a un acto de autoridad un tufo similar al que genera el mangle al podrirse. Hubo de suceder, sin embargo. La condena resultante es mayúscula, que no necesariamente justa. En principio habrá de decir que la ley no se violó. Que había permisos para el desmonte de predios que se crearon para desarrollarse. Guste o no. Malecón Tajamar es un desarrollo que estaba planeado desde que se hizo el primer plan maestro de Cancún. Esto es: al diseñarse este destino hace cuarenta años, se planeó en ese lugar la existencia de un desarrollo comercial y habitacional que sería asimismo la conexión entre el núcleo urbano y el sistema lagunar Nichupté.

La ventana al agua, pues.

Este desarrollo de cincuenta y ocho hectáreas ha venido siendo urbanizado desde hace más de tres lustros. Vale recordar que el primer desmonte de manglar y las primeras obras para generar infraestructura tienen más de quince años de haber comenzado. No debemos olvidar aquella anécdota del entonces presidente Felipe Calderón quien al comienzo de su gobierno, en 2006, visitó el desarrollo para poner la primera piedra de su urbanización y ya había varias hectáreas de mangle desmontado –aquel día que despidió en público al entonces delegado de la Secretaría del Medio Ambiente, Rafael Muñoz Berzunza porque se había devastado manglar, una acusación injusta, pues esto había sucedido años atrás- y en los siguientes años Fonatur se dedicó a construir las avenidas, el malecón y otras obras de infraestructura que fueron inauguradas por el presidente Enrique Peña Nieto tres años atrás. El desarrollo se comercializó y se vendió en su totalidad. Los permisos ambientales se encontraban en regla en el momento que se vendieron a particulares quienes ahí construirían edificios de oficinas, condominios, y centros comerciales. Es también en ese tiempo que Malecón Tajamar se abrió al público y miles de ciudadanos cancunenses lo tomaron como una suerte de parque público, pese a que no fue nunca planeado como tal.

¿Errores?

Muchos. Falta de información a la ciudadanía que consideró en estos años que el desarrollo no se haría, pese a que estaba comercializado para tal fin. Las obras de desmonte de los predios vendidos debieron realizarse en estas condiciones porque estamos a un mes que venza la autorización ambiental para tal fin. Se ha politizado de igual manera el asunto; más allá del movimiento ciudadano que defiende un espacio que lo consideraron como suyo, hay actores políticos que quieren hacer leña del mangle caído.

Es el peor de los mundos en efecto. Un tema de certidumbre jurídica que termina siendo alimento para los que acusan de ilegalidad a la autoridad.

La semana anterior en Madrid, en el marco de la feria Internacional de Turismo, especialistas de la OMT me decían que este caso es ejemplo de la dificultad en aparejar el desarrollo con la sustentabilidad. De hacer comprender a ambos lados de la moneda que la conjunción es posible.

El asunto es que aquí, pese a que la ley se cumple, el sabor de boca es amargo.

jgg0868@gmail.com

Twitter: @gergarcia68