Máquinas del diablo

Máquinas del diablo
Por:
  • larazon

Gil Gamés

Gil no da crédito y cobranza. ¿Por qué son tan malos los parquímetros? ¿Por qué un grupo numeroso de vecinos se opone fieramente a que estas máquinas recaudadoras y ordenadoras (oras-oras) del espacio público aparezcan en las calles? Gil se devana los sesos y ensaya respuestas impopulares: antes que nada, los que se oponen a los parquímetros forman un combativo frente conservador.

Que no se mueva la hoja de un árbol sin consultar a cada una de las personas afectadas por una medida de gobierno; pagar un impuesto, infamia satánica; más bien, que el gobierno nos subvencione y patrocine a los vecinos. Queremos que todo sea gratis, o muy barato.

Ya oye Gamés los comentarios mordaces y zumban por sus oídos los huevos podridos de la adjetivación: neoliberal de pacotilla, hijo de Peña, tubérculo del mal gobierno, lacayo de poderosos, en fon. Será el sereno, pero Gamés no entiende por qué la histérica oposición al parquímetro que además ha demostrado ser una solución al caos de los viene-vienes, de los lavacoches, de los valets, de la privatización del espacio público. Como el gobierno deja mucho que desear, este pedazo de calle me lo quedo. Y así los vecinos se sienten dueños de la calle. Ocurrió en la Condesa, donde los vecinos dividieron su decisión y lograron la chocarrera imagen de que en unas calles hayan puesto parquímetros y en otras, no. Pasó también en Coyoacán.

Que los vecinos se organicen en contra de lo que consideran que amenaza su vida cotidiana, se entiende, pero que el Instituto Nacional de Antropología e Historia pida la suspensión inmediata de los trabajos para la instalación de los parquímetros ya pasa de la histeria a la locura institucional. Oigan lo que escribieron los funcionarios encargados de cuidar el patrimonio cultural de México: “La documentación es incompleta y no cuenta con los elementos técnicos necesarios para la dictaminación del proyecto”. No jalen porque cobijan. Ganas de buscarle chalecos a las mangas, o como se diga. “La Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH notificó a la Autoridad del Espacio Público del Gobierno del DF la inmediata suspensión de la obra hasta que el expediente esté completo”. Y todo por unos parquímetros, mecachis.

Quizá Gamés ha sido mal informado y para la instalación de las máquinas, las cuadrillas de trabajadores de la delegación Coyoacán se proponían derribar iglesias y santuarios (¿santuarios?), arrasar museos, convertir en escombros monumentos nacionales. De ser así, cuenten con la solidaridad incondicional de Gamés. Cierto, nada es incondicional. Pero diantres, qué forma de hacerla cansada.

Gamés es un hombre de mundo, oh, sí. Ha viajado, seguro. París, la ciudad museo por excelencia, si alguna, está sembrada de parquímetros. Nada más ha faltado que los pongan en los baños de los restoranes. Frente al Panteón, ni más ni menos, digamos la Rotonda de los Hombres Ilustres de París, es una especie de glorieta en donde están las criptas de Balzac, Victor Hugo, Zola, Voltaire, Rousseau.

Baja usted las escaleras hacia el túnel que lo llevará a las tumbas prestigiosas.

Luego se despide del gordo Balzac, del anciano Hugo, de Zola y sus grillas culturales, de los archienemigos Rousseau y Voltaire. Arriba, en la calle, todas las personas ponen euros en las máquinas para que su coche obtenga un lugar por algún tiempo. ¿Dañaron los parquímetros el gran monumento? No. ¿Hay personas en las calles que cobran dinero por un lugar en el arrollo? No. ¿Hay personas que ofrecen lavar el coche por unas monedas? No. ¿Y qué pasa en Nueva York, Roma, Florencia, Madrid, Berlín? Qué difícil la escuela de la protesta a tontas y a locas. Bien, mientras le recuerdan a Gil a su extinta madre, él pasa a retirarse.

La máxima de Thoreau espetó dentro del ático: “vida ciudadana, millones de seres viviendo en soledad”.

Gil s’en va

gil.games@3.80.3.65

Twitter: @GilGamesX