Mentiras, no

Mentiras, no
Por:
  • larazon

Los jerarcas católicos y sus adjuntos están encantados, se les nota, de que haya salido a flote el intenso odio, el pánico que inspira la homosexualidad: en esas aguas —sexo, irracionalidad, desprecio— se sienten de lo más cómodos y hablan con rotunda, absoluta, autoridad.

Su argumentación es circular, hueca, infantil y dogmática, ideal para evitar discusiones. Jorge Traslosheros, por ejemplo, en La Razón, explica que cuando las leyes “contravienen el orden natural de las cosas, vale decir, el derecho natural, cometen una injusticia” y, por si hiciera falta, aclara: “un matrimonio, por derecho natural, está constituido por un hombre y una mujer”.

Y digo yo: ¿para qué nos molestamos en tener una Constitución si están ahí mismo los modelos del mono aullador y el cerdo pelón de Yucatán? Con la especie humana hay más problemas: ¿en qué momento de su evolución la congelamos? ¿Sirve el hombre de Neanderthal? Si vamos un poco más adelante, para que al menos resulte natural usar calzones y tener obispos, ¿es la humanidad del siglo once, la del quince? ¿Su derecho natural incluye la esclavitud, la pena de muerte, la quema de herejes? ¿Incluye como natural la diferencia, incluso lo estadísticamente improbable como un Mozart o un Thomas Mann?

Esa siniestra payasada tiene ya otro calibre cuando la adopta como bandera el Ejecutivo federal. La PGR impugna la nueva ley del DF con base en los artículos 4, 14, 16 y 133 de la Constitución, y aclara que las parejas del mismo sexo “ya tenían el reconocimiento de la legislación civil” y que “no se trata de estigma, discriminación o violencia”, sino de proteger a los menores que, adoptados por parejas homosexuales, no encontrarían “el ambiente propicio y adecuado para su desarrollo”. Nos queda claro: una cosa es discriminar, y aquí no se discrimina a nadie, y otra es que los homosexuales puedan casarse o adoptar niños, ¡hasta ahí podíamos llegar!

Días pasados, el presidente ha salido para echar más leña al fuego: “la Constitución de la República habla explícitamente del matrimonio entre el hombre y la mujer y ahí hay simplemente un debate legal”. Pues no. Dice Pedro Salazar en El Universal que la afirmación del Presidente es “imprecisa”; hablemos claro: es mentira. La palabra matrimonio aparece sólo en el artículo 30, entre las condiciones que permiten adquirir la nacionalidad, y no dice que sea “entre el hombre y la mujer”. El artículo 4 dice que se “protegerá la organización y el desarrollo de la familia”, pero no define a la familia; el 14 se refiere al juicio de amparo, el 16 dice que las leyes no serán retroactivas, y el 133 equipara la Constitución, las leyes y los tratados ratificados.

El Presidente está en su derecho de buscar el voto ultra y distanciarse de los liberales que queden en su partido. No tiene derecho a mentir. Y en este tema, como abogado, miente a sabiendas.

fdm