Migrantes de las palabras

Migrantes de las palabras
Por:
  • larazon

Claudia Guillén

Para quienes hayan nacido hace dos décadas, seguramente, les parece por demás natural que existan nuevas formas de comunicación. Me refiero, por ejemplo, a estas llamadas que se pueden hacer a cualquier parte del mundo o a cualquier rincón de nuestro país a través de Skype o algún otro instrumento de comunicación, en donde incluso se puede ver al interlocutor a través de la pantalla de un teléfono o una computadora.

Hace cuatro décadas era impensable contar con estas herramientas tecnológicas que dotan de otra perspectiva a los tiempos y a las distancias.

Sí, el tiempo de las noticias cambió. Cuando llegaba un telegrama se sabía que se trataba de una noticia urgente que se enunciaba de manera corta.

En cambio, la llegada de una carta por correo postal, podía tardar un par de semanas y el espacio era el que requiriera quien la escribía. Sin embargo, las comunicaciones han cambiado y con ellas se fueron estableciendo otras formas de vida.

Por ejemplo, cualquiera que quisiera ser escritor tenía que migrar a la Ciudad de México para poder forjar una buena carrera literaria. Basta con echar un vistazo rápido al siglo a las primeras décadas del siglo XX para darnos cuenta de ello: José Revueltas, nació en Durango; José Vasconcelos, nació en Oaxaca; Carlos Pellicer, nació en Tabasco; Alfonso Reyes, nació en Nuevo León; Martín Luis Guzmán, nació en Chihuahua... Esto para tan sólo por mencionar a algunos de los escritores más representativos de la tradición literaria mexicana.

Marco Aurelio Carballo (1942-2015) es uno de los muchos escritores que tuvo que migrar a esta gran urbe y dejar de radicar en su tierra natal, Tapachula, Chiapas; aunque siempre estuvo cerca de su estado publicando en diversos medios que circulaban localmente.

Carballo inició como periodista entrándose desde el puesto más humilde de 1964 a 1967 fue auxiliar de redacción en el Diario de México y reportero de la agencia de noticias PIMSA. Conforme pasaron los años su carrera se fue consolidando hasta que obtuvo el Premio Nacional de Periodismo y de Información 1997-1998 en el género de entrevista.

En los años setenta comienza con su oficio como narrador que le da la oportunidad de publicar más de una veintena de libros en los cuales echa mano de diversos géneros: crónica, cuento y novela. Se trata de un hombre que en su época se dedicó con gran pasión a los oficios que tuvo, como una forma de vida. Y así como Marco Aurelio hizo su vida en esta ciudad capital muchos otros autores lo tuvieron que hacer en su momento. Aunque como comentaba a inicio de este texto los tiempos han cambiado y ya no es necesario que los escritores vengan a radicar al Distrito Federal para que consoliden su carrera.

Otra chiapaneca que migró para esta ciudad capital fue Rosario Castellanos (1925-1974), quien un 7 de agosto de hace 41 años perdió la vida en un trágico accidente en Tel Aviv, Israel, cuando representaba a México como embajadora.

Castellanos es una de las mayores representantes de la literatura nacional de la segunda mitad del siglo XX. Incursionó, a través de ejercicios de ficción narrativa, con gran eficacia en temas que ponen el punto de vista sobre la desigualdad que existe entre los terratenientes y los indígenas como lo hizo en su novela Balún Canán, en donde da voz a una niña que ve cómo se violentan los derechos de los más desprotegidos. El escenario donde se desarrolla este relato es justo en el estado de Chiapas donde la también autora de Rito de iniciación vivió los primeros años de su vida.

Castellanos echó mano del género ensayístico para plasmar sus preocupaciones no sólo con respecto a la desigualdad social de los indígenas sino también desentrañar una de sus grandes obsesiones: cuál era la situación de la mujer en este contexto social. Sin duda alguna, Rosario Castellanos abrió una brecha fundamental para las escritoras posteriores a ella, pues con sus reflexiones logró generar un camino fuerte y sólido para que la escritura hecha por mujeres fuera tomada en cuenta con la misma seriedad que la que era escrita

por los hombres.

Esta autora también cultivo el género lírico con gran eficacia, prueba de ello es la publicación de más de una decena de volúmenes de poesía. Hablamos, pues, de una escritora inquieta, sagaz y fuerte que aportó otra mirada a las formas de hacer literatura: desde el conocimiento, la inteligencia y una profunda sensibilidad. Sé que estas herramientas deberían de darse en cualquier escritor que tenga una obra consolidada. Sin embargo, el caso de Castellanos es ejemplar ya que transitó con toda docilidad por tres géneros literarios: poesía, ensayo, cuento y novela.

Tanto Marco Aurelio Carballo como Rosario Castellanos son dos chiapanecos que se presentan como piezas importantes del mapa de nuestra cultura nacional. Ambos trajeron con su éxodo ese punto de vista que se forjó en sus primeros años de vida. Por ello, estos escritores enriquecieron nuestra tradición, pues como sabemos, al acercarnos a un relato nos estamos integrando a un espacio, que aunque no conozcamos físicamente, sí lo hacemos a través de las palabras de quienes lo vivieron, lo pulsaron y, por qué no decirlo, lo padecieron. Ahí están sus libros para quien quiera acercarse a esos espacios tan de ellos, tan de su estado, tan del sur de este país.

Nos vemos el otro sábado, si ustedes gustan.

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