Morena 2024, 2030…

Morena 2024, 2030…
Por:
  • Carlos Urdiales

Andrés Manuel López Obrador sale de vacaciones. En los 14 días que siguieron a su rotunda victoria en las urnas, el virtual Presidente electo fijó su agenda y las ajenas también.

Al partir del Hilton Alameda y el Zócalo, al encuentro en Palacio Nacional con Enrique Peña Nieto y hasta la cumbre de ayer con el grupo de alto nivel encabezado por Mike Pompeo del gobierno de Estados Unidos, la batuta la menea ya sabe quién.

A gobernadores constitucionales, electos, senadores y diputados López Obrador les leyó la cartilla, austeridad republicana in extremis, marcaje personal a través de delegados federales plenipotenciarios, uñas cortas y manos quietas. El que entendió, entendió, el que no…

Gabinete en construcción, inclusión, recompensas, proyectos y encargos enormes se reparten a diario en la intimidad de Chihuahua 216. Empresarios videoalineados, académicos y el rector puma, considerados, apapachados, ilusionados. Adiós ITAM, hola UNAM. El lunes anunciará sus propuestas para Pemex (Octavio Romero) y CFE (Manuel Bartlett). Habrá sorprendidos, no sorpresas. En dos semanas el eje del poder en México se ha desplazado.

López Obrador ha establecido varias líneas de acción para su gobierno. Al hacer nombrar funcionarios comienza la transición informal mientras espera su constancia de mayoría que lo acredite como Presidente electo. El próximo mandatario no planea sólo su sexenio.

El Zoon politikon mira el futuro a través de los ojos de cercanos y leales. Con mayorías legislativas escoltándolo a nivel federal y en por lo menos 17 Congresos locales más varios gobiernos municipales claves en 30 entidades del país, López Obrador traza la ruta a seguir para que su movimiento gobierne los próximos 18 años. O más.

Sufragio efectivo, no reelección. No la necesita. Están en el arrancadero para 2024, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal. Compañeros de viaje, hijos putativos, políticos calados con el destierro, el engaño, la desilusión, la ambición atemperada, cuadrados y recompensados. De ellos será el reino.

A nivel estatal con coordinadores regionales y delegados federales únicos por cada estado, López Obrador inicia la construcción de los próximos gobernadores. En Veracruz, Chiapas, Tabasco, Morelos y Ciudad de México la estrategia es sencilla porque articularán sucesiones desde los gabinetes y Congresos.

En el Estado de México con la omnipresencia de la futura senadora Delfina Gómez, con diputados y municipios morenistas al por mayor, la sucesión mexiquense será cuestión de tiempo. En Jalisco, con Carlos Lomelí, busca lo mismo. En Oaxaca. En Puebla. En Tlaxcala.

Pro cónsules federales que tendrán tanto o más peso político que los actuales mandatarios constitucionales, de ellos saldrán nuevos cuadros para integrarse ya no al gabinete de López Obrador, sino al de su sucesora, o sucesor.

Las capacidades institucionales necesarias para esos proyectos saldrán del Poder Legislativo regido por Morena. Al tiempo, los hijos del futuro Presidente serán cartas nuevas en esa baraja, relevo generacional. Sufragio cuasi efectivo.

López Obrador no necesita cumplir a rajatabla sus promesas. Ha matizado ya el asunto de los gasolinazos y nada pasó. El deslizamiento en el precio de gasolinas y diesel seguirá igual durante los próximos años, con la misma dinámica fiscal, menos subsidio y el IEPS idéntico, cuidarán que los aumentos no superen la inflación. Eso no fue lo prometido, pero no importa. Y así vienen otros temas y ofertas de campaña.

Lo que mantendrá a AMLO en las nubes será su austeridad, su empatía social. Quitar las pensiones a los expresidentes será épico. No vivir en Los Pinos, sino en su casa, lo mismo. Ir de vez en cuando al aeropuerto, subirse a un vuelo comercial, heroico. El VW Jetta blanco, un monumento.

Reducir asesores, secretarios, chefs y meseros en comedores privados, plausible; retirar seguros médicos privados, sano, prohibir el pago de consumos en los restaurantes más fifís de México, un hito empático, y por ende, simpático.

Ahí están los cimientos con los que el próximo Presidente construye los próximos sexenios, con su sello en los futuros líderes y gobernantes. De Carlos Salinas y su equipo se decía: “Llegaron para gobernar los próximos tres o cuatro sexenios”. La vida, una rueda y la política, más.