Narco en la UNAM

Narco en la UNAM
Por:
  • mauricioi-columnista

La UNAM no es la única universidad pública ni tiene escuelas en todo el país. Sin embargo, distintas razones (históricas, dimensión de su matrícula, número de trabajadores, etcétera) hacen de ella un actor social de primer orden. Los hechos de violencia que tuvieron como resultado la muerte de dos narcomenudistas en sus inmediaciones han despertado una discusión que merece ser analizada.

Desde hace varios lustros la violencia en la sociedad mexicana se ha incrementado. Parte importante de este aumento se explica por el tráfico ilícito de estupefacientes. La UNAM no puede mantenerse aislada de lo que sucede en el país. Recordemos que desde hace más de 30 años hay zonas del campus, particularmente las “islas”, donde puede comprarse mariguana sin mayor problema. Por otro lado, a partir del movimiento estudiantil de 1968, la autonomía universitaria fue adquiriendo una connotación de extraterritorialidad, más propia de una embajada que de un campus universitario.

La existencia de un mercado donde libremente se compra y vende mariguana, aunado a la imposibilidad de que las corporaciones policiacas ejerzan sus atribuciones, trajo consigo no sólo el fortalecimiento de las bandas de narcomenudistas, sino también la permisividad de los cuerpos de vigilancia de la UNAM. En ese sentido, la existencia de hechos violentos en Ciudad Universitaria, lejos de sorprendernos nos hace preguntarnos: ¿Por qué no ocurrieron antes?

La respuesta de las autoridades universitarias ha sido insuficiente hasta ahora. El rector Graue, a semejanza del director de una secundaria y no del líder de la universidad pública más importante de un país, solicitó a los estudiantes que se alejaran de los distribuidores de sustancias nocivas, pues —dijo— “no son sus amigos”. Su rechazo a la “militarización” del campus (pertinente cuando lo emitió Javier Barros Sierra hace 50 años) nada tiene que ver con la realidad actual.

Me gustaría que la UNAM, presente en la vida social del país, tomara otra actitud. El problema no es que los jóvenes, ejerciendo su libertad, consuman drogas. El problema es la violencia que resulta de las condiciones en que se lleva a cabo la compraventa de las sustancias tóxicas. Corresponde a las familias educar a sus hijos desde pequeños para hacerlos conscientes del peligro de consumir sustancias tóxicas, ya sean tabaco, alcohol o mariguana. Dado que el consumo de mariguana no es un delito mientras no sobrepase cierta cantidad, las autoridades universitarias pueden tomar medidas para legalizar su uso recreativo. Esto podría iniciar partiendo del reconocimiento de que los universitarios no son menores de edad, sino individuos con capacidad de decidir sobre sus hábitos. Al mismo tiempo deben intensificarse las campañas que muestren con datos duros los daños causados a la salud por el consumo de todo tipo de sustancias tóxicas.

Urge encontrar alternativas a la violencia que secuestra, trafica, desaparece y mata a mexicanos en el territorio nacional. La UNAM tiene la posibilidad de regular un comercio recreativo de mariguana y no dejar que sea la delincuencia quien dicte las reglas. Ojalá lo haga.