Oaxaca, el cuento de nunca acabar

Oaxaca, el cuento de nunca acabar
Por:
  • larazon

Julián Andrade

Una de las lecciones más claras de lo que ocurre en Oaxaca es que los cambios de gobierno no conducen a un arreglo mágico de las dificultades, las que se agravan cuando el problema viene de quienes exigían los relevos en el poder.

La Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación fue especialmente ruda con el gobernador Ulises Ruiz.

No querían al PRI porque lo consideraban un obstáculo para la “transformación educativa del estado”.

La relación de los profesores con el gobierno oaxaqueño siempre se sustentó en el dinero. Ahora las cosas no podían ser distintas.

El gobernador Gabino Cué ofreció un paquete de recursos para diversas mejoras educativas. Fueron mil 542 millones de pesos que se le hicieron insuficientes a una sección sindical enclavada en el último lugar de eficiencia educativa.

Es el cuento de nunca acabar. No habrá monto de dinero suficiente, porque el reclamo dejó de tener que ver con la educación hace ya mucho tiempo.

Pero además, estos grupos son los que no aceptan sujetarse a medición de desempeño alguna y no hay manera de que asuman compromisos educativos, aunque sean mínimos.

Conviene no olvidar, sin embargo, que estos contingentes sindicales crecieron con la complacencia de quienes ahora gobiernan Oaxaca y que fueron parte de la alianza para derrotar al priismo.

El PRI perdió, pero no cambió la cultura y mucho menos la actitud, porque los verdaderos objetivos de los “profesores” tiene que ver con una apuesta política bastante oscura. Son evidentes, por ejemplo, las relaciones que mantienen con grupos que están muy lejos de aceptar la legalidad y la democracia como norma básica de convivencia.

Hace unos meses los miembros de la Sección 22 le habían dejado claro al gobernador que harían todo lo posible para complicar la gobernabilidad si sus demandas no eran atendidas, entre ellas la salida de varios funcionarios, en particular la de Bernardo Vásquez Guzmán, quien es el director del Instituto de Educación Pública de Oaxaca.

Le están cumpliendo las amenazas y estas irán escalando hasta dónde se pueda.

Lo peor del asunto es que los que más pierden son los niños de la región, quienes tienen que soportar varias dificultades que son coronadas por las constantes movilizaciones y paros laborales de sus maestros.

En los hechos se viola de modo constante el derecho a la educación, con las consecuencias que esto puede tener para el futuro. Se va tener que hacer algo y pronto. Resignarse al tema de las movilizaciones crónicas y a la ausencia permanente de actividades escolares, es una afrenta para los niños oaxaqueños.

Aceptar que los problemas estructurales no sólo son de los gobiernos, sino de una lógica clientelar que impera desde hace décadas, es cuando menos una forma de empezar a vislumbrar la salida a un atolladero por demás penoso.

julian.andrade@3.80.3.65

Twitter: @jandradej