Obama: La reforma financiera

Obama: La reforma financiera
Por:
  • larazon

El ritmo del gobierno de Obama es constante y exitoso, aunque toca solo. A pesar de las duras críticas, de la complejidad de los días de la crisis o de las decisiones del G-20 no es posible desestimar las dos grandes reformas que ha impulsado. Primero, los ajustes de salud. Segundo, la reforma financiera. Esta última ha abierto un camino inusitado que anuncia un nuevo rostro para el capitalismo.

La pregunta que interroga ¿hasta dónde debe y puede intervenir el Estado en un sistema económico liberal? tiene, al menos, 150 años causando desvelos a los filósofos políticos. El clímax de la discusión intelectual se vio representado en la pugna entre Keynes y Friedman; el primero insistía en la necesidad de participación e injerencia del Estado en el Mercado, el segundo defendía la autonomía del mundo financiero respecto del ámbito político. Muchos gobiernos norteamericanos siguieron el consejo de Friedman.

Pero, desde el siglo pasado, quedó evidenciada la intrínseca relación de las decisiones políticas en el mercado y viceversa, así como las consecuencias indeseables de la falta de control de los instrumentos financieros. La carencia de un marco legal que regulara el mercado de derivados facilitó el escándalo financiero más grande de la historia: Enron. La quiebra de una de las mayores productoras de energía mundial generó daños colaterales nunca antes vistos: desde importantes mermas en las inversiones de jubilados hasta el cierre de la firma de auditores Andersen. Quedaban claros, desde entonces, los riesgos del mercado de futuros y sus secuelas en la economía de las naciones. Los zafarranchos financieros norteamericanos y europeos anunciaban a gritos la urgencia de repensar el marco normativo para las instituciones financieras.

La reforma de Obama considera, precisamente, dichas debilidades además de los vaivenes de la crisis inmobiliaria: nuevas agencias y poderes reguladores, una fuerte limitación a las actividades de riesgo de los bancos y el control, por primera vez, del mercado de derivados. El objetivo es reforzar el control de los riesgos del sistema financiero, extender ese control a los hedge funds y las agencias de calificación.

Nuestro país tiene, además de los riesgos internacionales, la mano invisible del crimen organizado. Pero considerar eso es mucho pedir a nuestros ministros, quienes se concentran en medidas electoreras en lugar de diseñar las estructuras que México necesita.

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