Occidente: la crisis de las estructuras políticas

Occidente: la crisis de las estructuras políticas
Por:
  • armando_chaguaceda

En su obra Ciencia política. Un manual, los académicos Josep Maria Vallès y Salvador Martí I Puig presentan al lector los elementos que conforman el ejercicio del poder político en las sociedades contemporáneas.

Ejercicio enmarcado en conflictos redistributivos, identitarios o ideológicos, que ponen en juego actores disímiles a escala local, nacional o global. Identificando, para ello, la política como conjunto de estructuras, procesos y resultados.

Entender la política como estructura implica considerar el modo estable en que una comunidad organiza sus actuaciones políticas. Visibilizar la arquitectura institucional y legal que acoge y limita los comportamientos políticos: las prerrogativas de los poderes públicos, cómo se designan a sus titulares, la forma en que se ejercen los derechos ciudadanos. Dimensiones estructurales que, en la zona geopolítica y cultural comúnmente denominada “Occidente”, —de EUA a Grecia; de Nueva Zelandia a Polonia— se encuentran hoy en una coyuntura crítica.

Los parlamentos, en muchos rincones de esta zona discontinua, dejaron de ser foro para la deliberación y representación políticas, para convertirse en escenarios de minorías ruidosas o mayorías mecánicas, debilitando su función. Los partidos, hijos destacados de la modernidad, han desdibujado su rol como proyectos políticos que cobijan ciudadanos en pro de un programa común, a desarrollar una vez alcanzado el gobierno. Las elecciones, mecanismo privilegiado para la disputa y renovación periódicas y pacíficas por el poder estatal, adquieren rasgos plebiscitarios o bien, de plano, dejan de interesar al hombre común. Las formas de innovación participativa —como los consejos vecinales— y los nuevos movimientos sociales, en vez de ser apreciados como complementos del diseño clásico de la democracia liberal, son asumidos por algunos como sustitutos de las poliarquías.

Lo curioso es que buena parte de estas novedades ya han tenido vida antes. Basta revisar las publicaciones del periodo de entreguerra —1918 a 1939— para comprender que la pérdida de fe en la democracia es un asunto que renace, de vez en vez. Y que arrastra a mucha gente culta, de O. Spengler a C. Schmitt, a certificar la crisis de las estructuras políticas de la modernidad occidental. Identificar qué ha realmente cambiado —en lo tecnológico, lo demográfico, lo simbólico— en los Estados nación y dentro de nuestras sociedades modernas es sano para tener un buen diagnóstico. Capaz de distinguir la enfermedad curable —o prevenible— de la muerte inevitable.

Hace un siglo La decadencia de Occidente pontificaba la desmoralización de unas élites y el fin de una época dorada de la Europa liberal y capitalista. Años después, La dictadura daba el basamento histórico, jurídico y filosófico para la excepción y la enemistad como fundamentos de una forma no democrática de concebir y ejercer el poder. Si se revisan ahora las estanterías de los libreros, encontraremos títulos que intentan emular con aquellas obras clásicas. La crisis de las estructuras políticas modernas es, por tanto, realidad mas no novedad.