Ocurrencias

Ocurrencias
Por:
  • larazon

Fernando Escalante Gonzalbo

A primera vista, la vida pública mexicana resulta bastante extraña. La gritería es más o menos parecida en todas partes, no tiene mucha importancia, ni que los políticos se traten entre sí de traidores, ladrones y tramposos. Pero sí llama la atención la facilidad con que mienten, seguros de que eso no tiene ninguna consecuencia. Y llama la atención también la facilidad con que cambian de opiniones, y de argumentos, que como dicen una cosa dicen la contraria con absoluta naturalidad. Nadie pide cuentas, nadie se fija en realidad, eso tiene de extraña nuestra vida pública. Que es como si fuese privada.

El artículo de Iván Zavala de hace dos días, en Milenio, “Saldos de la semana”.

Sólo como ejemplo, porque me viene a mano. La parte central es una diatriba contra el senador del PRD, senador por Guerrero, Armando Ríos Píter, que votó a favor de la reforma fiscal. Dice Zavala que votó “en sentido distinto de su propio partido”, y que “intentó razonar su voto” en medio de gritos de “miau, miau”. Dice que el senador negoció “recursos para su estado a cambio de su voto” porque quiere ser gobernador. Retórico, airado, pregunta: “¿Está bien que un senador, a cambio de unas carreteras, nos imponga una carga de impuestos excesiva a todos los demás?”. Y cierra, amargo: “llevará beneficios a sus votantes… pero los demás millones de mexicanos pagaremos con creces sus ansias de gobernar aquel estado”.

El párrafo está erizado de pequeñas trampas, zancadillas. No admite ni como hipótesis que Ríos Píter esté de acuerdo con la reforma, que parece lo más probable, y se inventa una turbia historia de ambiciones y truques. Para empezar, no es poca cosa, lo insulta llamándolo gato, escudándose en que fueron otros —y él se limita a informarnos. A continuación, se olvida de que el PRD votó dividido, pero mayoritariamente a favor de la reforma. Y sigue con la “carga excesiva” para “los demás millones de mexicanos”, a costa de los avorazados guerrerenses —no sólo es falaz, sino canalla.

Con esa misma lógica habría que preguntar si está bien que los senadores del PAN, para favorecer a las mineras canadienses, a Grupo México, a Coca-Cola y Bimbo, a quienes hacen negocio en la bolsa de valores, a los consorcios que eluden impuestos mediante la consolidación fiscal, se opongan a que el Estado tenga los recursos que necesita para atender al conjunto de la población. Y que todos los demás mexicanos paguemos las consecuencias de sus alianzas políticas.

Bajezas aparte, hasta ayer mismo, hasta esta mañana, el PAN ha defendido la necesidad de la reelección para que los diputados y los senadores “rindan cuentas” a su electorado, y estén obligados a trabajar en su beneficio. Y nos han repetido hasta la saciedad que en eso consiste la verdadera democracia.

Ver por los votantes de cada distrito ayer era timbre de gloria, patente de demócrata, hoy justifica toda clase de insultos —¿no es un poco raro?

Ya sé que no, que no importa ni lo uno ni lo otro, no son más que ocurrencias. Esa frívola ligereza, con aire de vals, es lo más característico de nuestra vida pública.