Oscuridad al mediodía

Oscuridad al mediodía
Por:
  • raudel_avila

Arthur Koestler fue uno de los grandes intelectuales británicos del siglo XX. Ensayista, periodista, historiador, filósofo y novelista, Koestler publicó libros notables sobre la tragedia totalitaria en la que degeneró el comunismo. Militante de esa causa, Koestler terminó renegando de la Unión Soviética por los crímenes de Stalin. Eclipse solar es el título alemán de su novela más célebre. En español la tradujeron con el insólito nombre El cero y el infinito, pero su traducción al inglés se llama igual que esta entrega: Oscuridad al mediodía.

Ahí, Koestler refiere la historia de las purgas estalinistas en el decenio de 1930. El protagonista, Nicholas Rubashov, es un viejo revolucionario consagrado al servicio del partido comunista. Rubashov trabajó como ideólogo, conspirador, combatiente, propagandista y hasta representante diplomático de la revolución bolchevique. Sufre persecuciones, encarcelamiento y destierro por defender el comunismo.

Años más tarde, cuando la revolución triunfante ya está en el poder en su país, sacan a Rubashov de su cama para llevarlo a prisión. El número uno, como le llaman al líder del partido, ya no tolera a Rubashov. Le molesta su vena sarcástica y lo acusa de traidor al pueblo y a la revolución. El número uno empieza por despojar a Rubashov de pluma y papel, a fin de que ya no pueda escribir y menos criticar. Rubashov, torturado en una prisión comunista, empieza a recordar cuántas veces descalificó a los críticos del número uno. Reaccionarios, conservadores, mafiosos, enemigos del pueblo, les decía en su juventud Rubashov. Todos los señalados por Rubashov, incluida una de sus amantes, terminaron asesinados sin juicio, gracias a “la justicia del pueblo”, ejecutada por el partido cuya cabeza es el número uno.

Rubashov termina dándose cuenta que lo que le están haciendo a él es lo mismo que él hizo con quienes no compartían su ideología. El sectarismo y la descalificación a quienes no piensan como las mayorías, quedan evidenciados en la novela. No es una lectura tranquilizadora. Invito al lector a pensar en ese libro antes de emitir su voto el próximo domingo.

Esta columna está dedicada a mi amigo Rubén Cortés, con un abrazo afectuoso y solidario. Él entiende los motivos. Rubén se vio forzado a huir de Cuba, país azotado hace más de cinco décadas por una dictadura comunista, de la que tratan de escapar sus ciudadanos. Rubén estaba permanentemente imposibilitado a ejercer su derecho a la libertad de expresión, para no ofender a los hermanos de la familia gobernante, como en cualquier caciquismo tropical y bananero. Sólo que este caciquismo tropical se considera a sí mismo protector del pueblo. “El gran criminal del siglo XX fue el Estado”, escribió Octavio Paz.