Palabras de Papa

Palabras de Papa
Por:
  • larazon

En el avión que lo transportaba de Roma a Santiago de Compostela, el papa Benedicto XVI hizo algunas declaraciones en italiano que buena parte de la prensa española y, sobre todo, el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tradujeron como ataques. Dijo Ratzinger que “España fue siempre un generador de fe” y que el “catolicismo moderno” es inconcebible sin España, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

Hasta aquí Benedicto XVI se mantenía dentro de la etiqueta diplomática. Pero luego dijo que en “España nació una laicidad, un secularismo fuerte y agresivo, como vimos en los años 30” y agregó que “esa disputa tiene lugar de nuevo hoy en España”. Con lo cual el pontífice entró al tema delicadísimo de la historia de la guerra civil española, del choque, todavía vivo en la memoria de los españoles, entre el laicismo republicano y socialista de un bando y el nacionalismo católico del otro.

Con sutileza, el Papa relacionaba el anticlericalismo de la segunda República con las leyes a favor del matrimonio gay emprendidas por el gobierno del PSOE. Su apuesta, decía, seguía siendo el “encuentro” y no el “desencuentro” entre “fe y laicismo” en la cultura española. Pero la primera identificación entre “laicidad” y “secularismo fuerte y agresivo”, referida a la República de los 30, fue torpe y, en cierto modo, contraproducente. Si el objetivo del Papa era contribuir al “encuentro” declarado, presentarse como opositor abierto de la nueva legislación civil del gobierno de Rodríguez Zapatero y, de paso, de la política de memoria histórica impulsada por la Moncloa fue equivocado.

Haber remitido dicha oposición al conflicto de la guerra civil fue algo más que un error político: fue regalar titulares y declaraciones a la ultraizquierda y a la ultraderecha españolas, colocándose deliberadamente en un lugar ajeno al de la concordia y la reconciliación.

Estamos mal acostumbrados a no ver a los papas como actores políticos, cuando llevan más de un milenio haciendo política, con o sin éxito. Si alguien quiere convencerse de que los obispos de Roma hacen política todo el tiempo no tiene más que comparar la desinhibición de las palabras papales en España con el sumo tacto con que el Vaticano trata a Fidel y Raúl Castro, los dos últimos líderes comunistas que quedan en Occidente.

El Papa sabe que en la sociedad cubana, que sufrió durante décadas ya no un “secularismo agresivo” sino un franco ateísmo y anticlericalismo, tanto político como cultural, la Iglesia y la religión católicas están ganando terreno. En España, otrora sede del imperio universal de la cristiandad, en cambio, el Estado laico se consolida desde los patrones de cualquier sociedad multicultural contemporánea. En términos pastorales, la Iglesia católica española no se ve dramáticamente afectada por las nuevas leyes socialistas. He aquí la política vaticana aplicada con un casuismo propio de cualquier gobierno pragmático. Roma demanda a Madrid lo que no demanda a ningún otro país de Europa occidental, aun a aquellos gobernados por partidos y líderes de derecha. Por no hablar de Cuba o Venezuela, donde el Vaticano se conduce con virtuoso cuidado. Es ese lugar mítico de España en la historia del catolicismo el que moviliza las controvertidas declaraciones de Benedicto XVI.

rafael.rojas@3.80.3.65