Paradigmas rotos

Paradigmas rotos
Por:
  • larazon

Fernando Escalante Gonzalbo

El nombre promete: algo que se llama Ciudad de las Ideas no puede más que ser un poco ridículo. En la práctica, supera cualquier expectativa. Llego sin mapa, a partir de un titular bastante extraño, en Milenio : “Genera polémica diferencias sobre monogamia y poligamia”. No entiendo quiénes puedan polemizar sobre eso, ni a quién le importe. El antetítulo también juega al escondite con la gramática: “En un escenario se colocaron cuerdas y se escucharon toques de campana similar a un cuadrilátero de box”. Con un pequeño esfuerzo se entiende que fue un pasatiempo de la Ciudad de las Ideas, a alguien se le ocurrió llevar a seis gringos para que hablasen, tres a favor de la poligamia, tres en contra; la sandez se completó con ese escenario, de boxeo. Me cuesta trabajo imaginar algo más estúpido.

Imagino que la ocurrencia fue para montar un espectáculo a tono con el título del festejo: “Dangerous Ideas” (en inglés en el original). Hacía falta algo excitante, peligroso, aventurado, un poquito escandaloso, o sea: algo de sexo, y alguien pensó romper tabúes en serio, hablando sobre la poligamia —que es más vieja que el andar a pie.

La publicidad dice que La Ciudad de las Ideas es “un festival de mentes brillantes,… una celebración de la creatividad y la curiosidad del ser humano”. En la inauguración, el gobernador Moreno Valle, porque el circo era en Puebla, explicó la importancia de las ideas más o menos así: “Las grandes transformaciones empezaron siendo ideas, que llevadas a la práctica rompen paradigmas y encuentran nuevas soluciones”. Y en efecto, aquello fue un masivo destrozo de paradigmas. El doctor Alfredo Quiñones se atrevió con esto: “Nosotros debemos apoyarnos a nosotros mismos”, y ya en la parte más mollar de su discurso proclamó: “Hay problemas de obesidad en la niñez mexicana… Es necesario cuidar los hábitos alimenticios”. Misterioso, atrevido y oracular, Jim Kwik explicó que “hoy hay mucha presión, mucho estrés”, y propuso algo de veras rompedor: “Debemos desechar de la memoria lo que no sirve del ayer y recordar sólo lo nuevo”. Para que Armando Manzanero se muera de envidia.

El plato fuerte: “el encuentro del siglo”, una especie de diálogo entre Deepak Chopra, que es un charlatán clásico, de caricatura, dedicado a vender espiritualidad oriental, y Richard Dawkins, que escribió un par de libros apreciables antes de dedicarse a esa paparrucha que es la sicología evolutiva —que ha descubierto que la moral occidental de mediados del siglo veinte es la más pura expresión de lo Humano, destilado de adaptaciones evolutivas llegadas directamente del pleistoceno. Dice la nota: “el primer planteamiento que se abordó fue el Universo”.

En el fondo de ese espectáculo innoble hay una idea infantil acerca del Genio y las Ideas, que se confunden con la fama, el dinero y la televisión. Y hay también el ingenio pícaro para hacer caja con el papanatismo de quienes pagaron 2,250 pesos en galería, 8,500 en luneta, y 13,000 en preferente, por la emoción de ver a los genios romper paradigmas. Por donde se mire, bochornoso.