Pedro Páramo: el gran sexagenario

Pedro Páramo: el gran sexagenario
Por:
  • larazon

Claudia Guillén

Cuántos de nosotros no hemos escuchado que se trabaja a destajo al referimos a quienes por el mayor volumen o la cantidad de tareas que realizan reciben un mejor o menor salario. Esta idea se traslada, sin problema, traslada a lo cotidiano: “quien hace más siempre será mejor”.

No es mi intención dejar a un lado estas valoraciones pues nos sirven para medir muchos oficios, incluso el literario. Pues pareciera que quien haya producido más piezas literarias es quien tendrá una mayor permanencia en la literatura. Y no necesariamente ha sido así.

Si damos una revisión triada de autores que son representativos por su vasta obra podremos observar que tanto Lope de Vega (1562-1635), o bien siglos más tarde, el escritor francés Honoré Balzac (1779- 1850), –y qué decir del autor belga Georges Simenon (1903-1999)– dejaron una elocuente obra de ficción, aunque sólo unos cuantos de sus libros han quedado como imprescindibles en la tradición literaria occidental, pues la inmensa mayoría de sus títulos fueron sepultados por el paso de los años.

Sólo con el tiempo, dicen muchos y dicen bien, se sabe si una obra y su estética son buenas al resistir el andar del paso de los siglos. En nuestro país el escritor menos prolífico que hemos tenido se llama Juan Rulfo (1917-1986), quien tan sólo con dos libros publicados logró permanecer como parte nodal de la tradición nacional. Pues con el volumen integrado por 15 cuentos El llano en llamas (1953) y la novela Pedro Páramo (1955) logra arraigo permanente en las letras mexicanas.

La única novela publicada por el autor jalisciense ya alcanzó “la tercera edad”, motivo para celebrarla y realizar un muy sencillo homenaje a este relato que ha sido traducido a muchas lenguas. En China, por ejemplo, fue uno de los primeros autores mexicanos traducidos al mandarín.

Sobre las diferentes lecturas de Pedro Páramo existen una gran variedad de análisis que abarcan distintos puntos de vista sobre esta novela corta. La doctora Mariana Frenk ha escrito al respecto que:

“Se elimina al narrador o se reduce su papel a un mínimo; lo sustituyen el diálogo y el monólogo interior, procedimientos que establecen un contacto inmediato entre los hechos y personaje y el lector” Como se lee en este fragmento tomado de Pedro Páramo.

“Afuera en el patio, los pasos, como de gente ronda. Ruidos. Y aquí aquella mujer, de pie en el umbral; su cuerpo impidiendo la llegada del día; dejando asomar, a través de sus brazos, retazos de cielo y debajo de sus pies regueros de luz; una luz asperjada como si el suelo debajo de ella estuviera anegado en lágrimas. Y después el sollozo. Otra vez el llanto suave pero agudo, y la pena haciendo retorcer su cuerpo.

 Han matado a tu padre.

 ¿Y a ti quien te mató madre?

“Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces… Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar.”(90).

Otro ejemplo de la compleja disposición, que llevó a cabo Rulfo al momento de estructurar su relato, se trata de que echó mano de distintas voces narrativas para lograr ese desdoblamiento entre el presente y el pasado: la Comala viva y la Comala en que transitan las almas de quienes la habitaron tiempo atrás. Así, la lógica interna de la novela se rompe para dotar a ésta de esa atmósfera enrarecida que se impregna en cada página del libro.

De igual forma podemos encontrar referentes de la tragedia clásica en el momento de la muerte de su protagonista, Pedro Páramo. Si nos remontarnos a Edipo Rey, historia en donde un hijo da muerte a su padre porque el destino así lo había señalado, lo mismo sucede con la muerte de Pedro Páramo a manos de su hijo Abundio –el mismo Abundio que aparece al principio de la novela

conduciendo a Juan Preciado a Comala–, quien sin saber por qué toma el camino rumbo a la Media Luna, borracho y desesperado por la muerte de su esposa para pedir ayuda a su padre, Pedro Páramo, y así enterrarla. Al no recibir la ayuda solicitada lo asesina a cuchilladas: el hijo que mata al padre al igual que Edipo Rey.

A pesar de que, durante el transcurso de la novela, la figura de Susana San Juan ocupa pocas páginas, su importancia radica en que ella, sin proponérselo, es la responsable del derrumbamiento de Comala y del propio Pedro Páramo. Susana es una suerte de imagen etérea que vive condenada a un anhelo imposible de felicidad. También es una mujer extraña y frágil que despertó en el protagonista una pasión absoluta sin que le importara que ella, su amor idílico, siempre se encontrara borde de la locura.

Susana encarna una especie de fantasma enloquecido por sus propias obsesiones y ese pasado en el que pudo haber habido un incesto. Sin embargo, reivindica su propia locura como un arma de defensa; esa locura le permite, recuperar parte de la inocencia infantil y establecer a través del mar juegos eróticos y de placer.

Los dichos o refranes tienen su razón de ser y Juan Rulfo se muestra como esa excepción que confirma la regla pues no necesitó ser un escritor con más de una veintena de libros para consolidarse como uno de los grandes.

Nos vemos el otro sábado, si ustedes gustan.

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