Pensar y construir el futuro

Pensar y construir el futuro
Por:
  • larazon

Otto Granados

Si quisiéramos encontrar qué hace a los países más exitosos, como es el caso de Chile en América Latina, habría que privilegiar la capacidad de pensar, imaginar y construir el futuro.

Para muestra, veamos el informe que recién presentó el Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad, un organismo público-privado que asesora a la Presidencia de Chile en políticas de innovación y competitividad en áreas como ciencia, formación de capital humano y desarrollo, transferencia y difusión de tecnologías. El documento, Surfeando hacia el futuro. Chile en el horizonte 2025 está en: http://www.cnic.cl/.

Entre las muchas provocaciones intelectuales que contiene el reporte destaco la educación. Hay al menos cuatro tendencias que prefiguran un modelo muy distinto de formar y transmitir información y conocimiento orientado a impulsar una permanente reorientación frente al cambio y la perplejidad.

La primera es que el elemento distintivo de las generaciones futuras será su capacidad de desenvolverse en el mundo y no la garantía oficial —expresada en títulos o grados—, de que fueron entrenadas en el manejo de determinados conocimientos. Esta transformación va a impactar poderosamente la institucionalidad y la regulación de los sistemas educativos mundiales, tanto en materia de evaluación de los estudiantes como de certificación de programas o validación de las instituciones.

La relación entre estudiante y centros de formación, dice el informe, va a exceder las fronteras de las naciones, lo que pondrá en cuestión el poder de los estados para fijar normas locales en un mercado que, en la práctica, será global. Y en otro sentido, porque en diversas áreas del quehacer humano, más que la posesión de un título, serán las competencias y la trayectoria los verdaderos factores clave en el mercado laboral y ya no tendrá mayor sentido crear nuevas universidades tradicionales.

La segunda tendencia es que una conectividad exponencialmente superior a la actual va a facilitar el acceso a espacios y recursos educativos mucho más ricos, pluralistas y flexibles. Todo ello tendría un alto impacto cultural, al permitir la interacción de estudiantes de todo el planeta (cada uno con sus distintos entornos), la apertura a mundos prácticos y realidades diversas y el acceso a los mejores profesores del mundo disponibles ya no a través de una clase, sino mediante producciones audiovisuales más complejas que sumen a la excelencia académica una alta calidad narrativa.

Nuevas prácticas y tecnologías de enseñanza estarán disponibles para mejorar radicalmente el aprendizaje y reducir los costos de la formación, serán el tercer cambio. Los avances en inteligencia artificial permitirán cada vez más el diseño de trayectorias individuales de aprendizaje, incluyendo sistemas de evaluación permanente e inmediata, así como capacidades de cobertura y masividad inéditas.

Finalmente, todas esas transformaciones, paradójicamente harán posible rescatar la vieja institución del mentor como guía capaz de intervenir en el plano emocional de su discípulo, facilitando y acompañando el proceso de descubrirse a sí mismo, despejando barreras que enfrenta su aprendizaje, y abriéndole redes y recomendándole el acceso a otras.

En suma, miremos más al futuro y menos al ombligo.

og1956@gmail.com