Propuestas buena onda

Propuestas buena onda
Por:
  • juan_ramon_moreno

Una manera simple de hacer política es lanzando propuestas buena onda: aquellas que solucionan poco y puede ser que acaben por crear complicaciones mayores, pero que conectan rápidamente con la ciudadanía y se venden bien, lo cual a veces basta para su aprobación o implementación –ya sea que se trate de una ley o una política pública, respectivamente–. Desde luego, también se pueden hacer el otro tipo de propuestas, las que buscan resolver problemas a profundidad, de manera seria y sin cavar hoyos para tapar otros; pero éstas suelen ser menos taquilleras.

Esto viene a colación porque hace una semana, nuestros diputados anunciaron, muy entusiasmados, que aprobaron y turnaron al Senado una iniciativa que busca quitarle el fuero a servidores públicos, incluido el Presidente de la República. Además, desde hace dos años, iniciativas similares se han aprobado en distintos congresos locales del país. Sea a nivel federal o local, eliminar el fuero es buen ejemplo de una propuesta buena onda.

Es cierto que la eliminación del fuero parte de la buena intención de quitar la impunidad de la que goza la clase política mexicana, pero eso se logra reformando y fortaleciendo el sistema de provisión de justicia, no desapareciendo una figura legal que permite que los representantes puedan ejercer libremente su labor sin temor a ser víctimas de represalias políticas de parte de sus adversarios.

Por un lado, preocupa la posición en la que quedan los legisladores. El papel de cualquier Congreso es hacer contrapeso al Ejecutivo; pero, ¿cómo puede desempeñar este papel un congresista local de cualquier estado del país si debe enfrentarse a un gobernador con una cota de poder mucho más grande, si no cuenta con un sistema judicial sólido e imparcial –sino que más bien puede estar a modo del gobernador– y si, además, le quitan el fuero? Es decir, ¿qué más hubiera pasado con un Duarte que pudiera comenzar un proceso judicial en contra de cualquier congresista local, en cualquier momento? Por eso cuesta trabajo entender por qué esta iniciativa hizo eco precisamente en los congresos locales justo después de que una generación de gobernadores corruptos y autoritarios demostraron que el poder del primer mandatario de cada entidad federativa sigue estando muy mal acotado.

Por otro lado, ¿realmente queremos un Presidente de la República al que sus adversarios políticos puedan involucrar en un proceso judicial en cualquier momento? La experiencia latinoamericana nos ha mostrado que una vez que las contiendas políticas y los procesos judiciales se mezclan, se entra en un terreno de arenas movedizas.

Claro que hay que eliminar la impunidad de la cotidianidad mexicana, tanto para la clase política como para los delincuentes sin cargo público. Pero hay que hacerlo atacando el origen del problema (sistema judicial), no aplicando un paliativo taquillero –y buena onda–.