¿Qué hacer con el error de agosto?

¿Qué hacer con el error de agosto?
Por:
  • rafaelr-columnista

Como quiera que se mire, la invitación que el gobierno mexicano extendió a los candidatos presidenciales Hillary Clinton y Donald Trump fue un error. La manera en que se condujo el encuentro de Trump con el Presidente Peña Nieto, en Los Pinos, el mismo día en que el candidato republicano planeaba un agresivo discurso sobre el tema migratorio en Arizona, también fue errática. Lo peor es que el gobierno, hasta la renuncia de Luis Videgaray, ayer, nunca reconoció que se equivocó el 31 de agosto.

El Presidente, sus secretarios y varios líderes del PRI pensaron, realmente, que la popularidad de Trump iba en ascenso imparable. Que el magnate de Nueva York se estaba volviendo presidenciable desde inicios del verano y era preciso reconocerle la legitimidad de un contendiente a la Casa Blanca, con capacidad de decisión en temas sensibles para México. Que una reunión con Trump, aunque alentara la recuperación del candidato en las encuestas, serviría para consolidar a México como tema central de la contienda electoral en el país vecino.

Todo lo que escuchamos en la última semana, por parte del gobierno, fue que la visita de Trump a México se pensó desde las premisas más ortodoxas del neorrealismo. Por muy racistas o xenófobos, ofensivos e insultantes que fueran las ideas y los dichos de Trump sobre los mexicanos, se trataba de un político que podía llegar a la presidencia de Estados Unidos y, en ese caso, siempre sería preferible enfrentar la amenaza con inteligencia y negociación antes que con rivalidad y apasionamiento.

La lógica neorrealista es, en efecto, impecable, siempre y cuando el actor al que se quiere contener sea el titular de un Estado. Lo que no es Trump. La decisión fue errónea porque adelantó los tiempos y acercó lo posible a lo probable, lo remoto a lo inminente. Es cierto que México se afinca aún más en la carrera presidencial de Estados Unidos pero lo hace desde el insólito precedente de un amago de negociación de la política fronteriza del candidato republicano, cuyo punto clave, el muro, es innegociable por ser contrario al interés nacional.

Puede entenderse que al gobierno le cueste trabajo admitir que una iniciativa tan arriesgada, que califica como innovación en la rica y eminente trayectoria diplomática del país, sea un error. Pero por lo menos podría evitar presentarla como un triunfo. Una forma de eludir ese injustificado triunfalismo sería echar mano de la narrativa del desencuentro, que ha predominado en grandes medios liberales de Estados Unidos: The New York Times, The Washington Post, CNN, CBS o NBC.

En esas redes mediáticas, así como en el equipo de campaña de Hillary Clinton, el relato que circula es que el viaje de Trump fue un fiasco porque el candidato republicano dio una versión de lo ocurrido; y el Presidente Peña Nieto, otra. Reconocer que la reunión fue pensada de buena fe, pero fracasó, siempre será preferible a asumirla como una jugada maestra de los estrategas del 31 de agosto.

rafael.rojas@3.80.3.65