Rafa

Rafa
Por:
  • Martin-Vivanco

Llevo dos días tratando de encontrar un tema para esta columna. Hay varios candidatos: el Frente Opositor chileno –no el mexicano–, las primarias también chilenas para elegir candidatos presidenciales, la debacle en Venezuela, o algo de Trump. Aunque no sé bien a bien qué haya pasado con él en estos días, algo debe haber hecho, algún tuit debe haber enviado, algo. Siempre que escribo, leo. No puedo escribir sin leer algo al mismo tiempo. Recordé entonces un libro compilado por Delia Juárez que se llama Así escribo. Son varios textos en el que 53 escritores mexicanos narran cómo escriben. Los escritores cuentan la forma en que se enfrentan a la creación. Van algunas. “Si puedo escribo en la cama, a mano, desde que despierto hasta la hora de la comida […] La cama es un espacio sagrado. En la cama vivo la vida literaria […] En la cama todo se pone a prueba”, dice Carmen Boullosa. “Soy incapaz de interesarme por las explicaciones de los textos más que por los textos mismos. Suscribo aquella vieja frase de Evelyn Waugh: las explicaciones las dan los impotentes a las chicas, porque si algo funciona no hay nada que explicar”, dice Antonio Ortuño. Otros se levantan a las 6 de la mañana y escriben hasta las 12 con sólo un té en el estómago, otros escriben en su cabeza antes de sentarse a plasmarlo en el texto.

En aquél libro me topo con dos nombres que hace mucho no recordaba: José María Pérez Gay y Rafael Pérez Gay. Los dos narran ahí por qué escriben. Suelto el libro. Voy a mi biblioteca y tomo otro libro que me marcó hace tiempo, El cerebro de mi hermano, de Rafael Pérez Gay. Paso toda la tarde con la nariz entre sus páginas. A veces me interrumpe un mensaje de WhatsApp, e inevitablemente paso a ver en mi teléfono las famosas Instagram Stories. Me doy de topes por verlas: no entiendo qué las hace tan adictivas y me aflijo de caer en ese trance sinsentido. Sigo leyendo, paro, pienso en todo lo que debo hacer: tengo que preparar toda una semana de trabajo, dos o tres intervenciones públicas que ameritan que escriba unas líneas. Pero es sábado y estoy leyendo un libro que pone todo en perspectiva. Al final, todos vamos a morir. El libro que leo es un informe crudo, crudísimo, sobre la muerte. Sobre las varias muertes que José María, hermano de Rafael, vivirá producto de una enfermedad neurodegenerativa. Sí: se puede morir en vida; y sí, no sólo morimos una vez, sino varias. Su hermano menor, Rafa, escribe este libro para sentirse cerca de su hermano “antes de que desapareciera para siempre”. La lectura me cansa, pero me libera de la pesadumbre del porvenir. Recuerdo una frase que nunca he entendido a cabalidad: lo que no puede ser no debe ser. La frase niega el basamento de la filosofía moderna: la capacidad humana de modificar el entorno. Pienso en el destino y vuelvo otra vez a una frase demoledora del libro de Rafa. Dice él: “El destino es una palabra enorme que desprecié durante mis años de juventud; en cambio, en mis años maduros, la invoco a menudo, he entendido que el destino es el lugar donde está ocurriendo la vida”.

Le digo Rafa porque hace algunos años escribí una reseña de este mismo libro. Lo contacté por Twitter. Me respondió. Quedamos de estar en comunicación. No pasó. Meses después fue a ver a mi entonces jefe en un hermoso edificio en el centro de la Ciudad de México. Mañosamente le dije a su asistente que la cita era cinco minutos antes para poder invitarle un rápido café en mi lugar. Llegó puntualísimo. Le recordé aquella reseña y aquél efímero contacto tuitero. Lo recordó y sonrió. Platicamos de libros y de política. Me dijo que alguien debiera escribir la historia de la alternancia política mexicana –no de la transición–, de eso ya se ha encargado José Woldenberg en múltiples ensayos y un extraordinario documental. Tiene toda la razón: falta darle coherencia a todo lo que hemos vivido los últimos 17 años. Le pedí que me dedicara el libro que ahorita veo al lado de mi teclado. Empezó a hacerlo y llegó mi jefe. Esa interrupción devino en una dedicatoria inconclusa: “Para Martín, esta historia de amor y oscuridad y… con afecto de Rafael Pérez Gay, Abril, 2016.” Por eso me atrevo a decirle Rafa, por confianzudo y dos o tres correos que hemos intercambiado. Y todavía no sé qué escribir hoy.

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Twitter: @MartinVivanco