Realidades oscuras

Realidades oscuras
Por:
  • claudia_guillen

Sabemos que muchos de los relatos que se han llevado a cabo desde los ejercicios tanto fílmicos, televisivos así como, dramatúrgicos, plásticos y literarios, su narrativa se alimenta de los entornos que dibujan su propia geografía personal. Quizá por ello podemos aludir como un referente de lo cotidiano a una pieza representativa de cualquier género artístico.

Desafortunadamente esta semana vivimos un hecho que ronda las barreras de la barbarie. En la comunidad de Santiago Atlatongo, en Teotihuacán, se dio un linchamiento en el que murieron dos personas y una se encuentra gravemente herida. Muchos comentaristas de los medios electrónicos al referirse a ese hecho hacen alusión a Fuente Ovejuna, como una forma de mostrar el comportamiento de ese colectivo.

Esta obra dramática fue escrita en el siglo XVII por Lope de Vega, uno de los mayores representantes del teatro barroco español. El argumento de esta obra se basa en un hecho histórico: Fuente Ovejuna, un pueblo perteneciente a Córdoba, España, en plena reconquista en el año de 1476 cuando la época feudal vivía sus postrimerías.

Así, uno de los relatos más representativos del medievo transcurre contando la historia de cómo “un pueblo” se levanta para tomar justicia en propia mano para matar al comendador quien ha abusado de su poder. Dado que es “el pueblo” quien ha cometido el crimen éste es exonerado. Es decir, ante la incapacidad se encuentran uno o dos culpables y sosteniendo que fue Fuente Ovejuna, los Reyes Católicos dan el indulto.

Sin duda, esa experiencia se ha repetido a lo largo de los siglos. Y el colectivo da la posibilidad del anonimato al individuo. El poder que se da pues pareciera que al cometer juntos cualquier crimen la responsabilidad de este se fragmenta de modo que todos son culpable o inocentes.

Uno de los cineastas más importantes de las décadas de los setentas, Felipe Cazals, realiza una película recordando lo que pasó en el pueblo de Canoa, nombre que utiliza el director, para dar título al filme. La trama lleva a cabo un puntual recorrido de los avatares que sufrieron un grupo de jóvenes linchados por el “pueblo” gracias a los buenos oficios del señor cura que los acusó de comunistas. El crimen de estos jóvenes, que a diferencia de la obra que cito, no tenían responsabilidad alguna más que ser ajenos a los pobladores y por ello una amenaza.

En la literatura nacional también existe un ejercicio de cómo un grupo de pobladores toma la justicia por su propia mano. Se trata del cuento “La muerte tiene permiso”, de don Edmundo Valadés, quien no sólo fue un excelente cuentista sino que también abrigó la tarea de difundir el género cuentistico. En este relato, Valdés retoma la idea, en el México posrevolucionario, nuevamente bajo la premisa de que ante la falta de apoyo legal la población “hace justicia”.

Cuántos de nosotros no hemos oído en alguna ocasión la frase: “La realidad supera a la ficción”, como una forma de validar que los sucesos que ocurren se dan como una suerte de mal sueño que no se espera de las conductas humanas. Sin embargo, tal vez podríamos detenernos a pensar un momento que justo esa ficción que encontramos en películas, libros y obras de teatro proviene de la observación de la condición humana. Esta condición no cambia por más que pase el tiempo y las nuevas épocas nos den herramientas para que el día a día sea más cómodo.

Esperemos que pronto esos ejercicios que vienen desde diversas disciplinas artísticas no encuentren sustento temático en la realidad futura. Y, por qué no decirlo, que la cultura de la civilización se fortalezca para seguir un camino abierto en donde no quepan realidades oscuras que a lo único que nos remiten es a la pérdida.

Nos vemos la próxima semana, si ustedes gustan.

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