Reformas, enredos y trampas

Reformas, enredos y trampas
Por:
  • larazon

Si bien hay algo de ingenuo (y hasta de conAtraproducente) en la opinión de los “abajofirmantes” de turno en relación con la nueva reforma política, que consiste en que rara vez los legisladores suelen hacer caso de los desplegados porque prefieren la política de los intereses, pactos y complicidades, el problema es que las diversas iniciativas han entrado en una fase de enredos y de trampas de la que saldrá, si acaso, un engendro, como pasó en estos años en los terrenos fiscal, energético y electoral.

El primer equívoco es que tras un sinfín de foros sobre qué hacer con México, así en general, no se elaboró una verdadera agenda que le diera prelación y prioridad a los temas que le importan al país porque, por un lado, la administración Calderón perdió tempranamente la energía y el empuje necesarios para decirle a los actores políticos relevantes lo que quería que fuera su gobierno o su modelo de país, y, por otro, éstos, más maliciosos, eligieron el camino del minimalismo, el feudalismo y la distribución territorial en lugar de emprender un proceso ambicioso y variado de reformas de gran calado.

A estas alturas, con 12 elecciones estatales en puerta, la del Estado de México y otras importantes al siguiente año, y luego la madre de todas las batallas en 2012, no están claros los incentivos que tienen los tomadores de decisión para meterse a una reingeniería política y constitucional de fondo que, si es ortodoxa, debiera arrojar un modelo más eficiente y, por tanto, más equilibrado de competencia y de acceso al poder.

El segundo espejismo es la suposición de que estas iniciativas organicen una moderna arquitectura democrática. No hay tal. Lo que subyace en ellas es un conjunto de medidas que tienen como finalidad acotar a los partidos y a los próximos candidatos a fin de que, gane quien gane, gobiernen sobre una estructura donde el poder esté mejor repartido tanto entre las formaciones políticas como al interior del gobierno que resulte y, en especial, de la propia presidencia. ¿Es esto, por sí mismo, un rasgo negativo? No, es pragmatismo puro y duro y ésa es su genuina naturaleza.

Y la tercera trampa es que, como ha ocurrido en el pasado, enfrascados en la política, cuya importancia nadie discute, dejaremos de lado las otras reformas que tienen que ver con crecer, con la construcción de una economía moderna y competitiva. Aun cuando pasara una u otra de las iniciativas planteadas o una mezcla de ambas, inferir de ello que surgirán gobiernos estables y con mayorías amplias que emprenderán, mágicamente, la desintegración de los monopolios, la apertura del sector energético o la modificación del modelo vigente de política social, es excesivamente optimista, a menos que estemos hablando de Noruega.

Bienvenida desde luego la discusión legislativa de las reformas políticas y su aprobación. Pero que no la usen como pretexto para incumplir sus obligaciones respecto de los otros asuntos urgentes para México.

og1956@gmail.com

agp